La cifras son claras, la velocidad y la escala del impacto negativo de las actividades humanas en la naturaleza se manifiesta en el descenso del 69% (promedio) en la abundancia poblacional de mamíferos, reptiles, aves, peces y anfibios de todo el mundo. Esta cifra es abrumadora.
Así lo refiere el último informe “Planeta Vivo 2022″ de la WWF (WWF es una de las mayores organizaciones internacionales de conservación de la naturaleza).
El estudio también reafirma a Latinoamérica y el Caribe, una de las regiones más biodiversas del planeta, como la de mayor declive, con una disminución de 94% en las poblaciones monitoreadas desde 1970.
En ese sentido, se identifican diez áreas de alta prioridad para la mitigación de riesgos y algunas están en América Latina entre las cuales destaca Panamá. Estas son: la cuenca del Amazonas (que está constituida por todos los ríos que drenan al río Amazonas); el bosque Atlántico (ubicado en Brasil, Argentina y Paraguay); y el norte de los Andes hasta Panamá y Costa Rica.
También se incluye en estas áreas prioritarias al Himalaya, el sudeste asiático, la costa oriental de Australia, el bosque seco de Madagascar, el Rift Albertino, las montañas del Arco Oriental en el este de África y los bosques guineanos del oeste de África.
Estamos en un umbral irreversible y el sentido de urgencia implica integrar a los gobiernos, empresas y sociedad a comprometerse con un convenio global por la naturaleza similar al Acuerdo de París.
El Informe monitorea alrededor de 32,000 poblaciones de 5,230 especies del planeta y ofrece una clara imagen de su evolución hasta ahora.
El parámetro de medición es el Índice Planeta Vivo (IPV), que hace un seguimiento de la abundancia en poblaciones de mamíferos, aves, peces, reptiles y anfibios.
WWF sostiene que la doble crisis ambiental se puede mitigar aumentando los esfuerzos de conservación y restauración, la producción y el consumo de alimentos de forma más sostenible, y la rápida y profunda descarbonización de todos los sectores.
Según Planeta Vivo 2022 en más de 80 países, donde se ha reconocido el derecho a un medio ambiente saludable, ha resultado en leyes y políticas ambientales más firmes, una mejor implementación y observancia, una mayor participación del público y, lo más importante de todo, un mejor rendimiento ambiental.
El caso más relevante en América Latina es el de Costa Rica, nación que tras añadir el derecho a un medio ambiente saludable en su Constitución en 1994, se convirtió en un ejemplo ambiental.
El 30% de su superficie son parques naturales. El 99% de su electricidad procede de fuentes renovables, incluyendo energía hidroeléctrica, solar, eólica y geotérmica.
Las minas a cielo abierto y la explotación de gas y petróleo están prohibidas por ley, mientras que el impuesto sobre el carbono se usa para pagar a pueblos indígenas y agricultores para que restauren los bosques.
Es tiempo de actuar, el planeta vivo no nos va a esperar más.
El autor es consultor en sostenibilidad, riesgos y comunicación estratégica.