“Yo que tú no me acerco mucho papá ahí está el cianuro, y si lo respiras…”, advierte un hombre de unos 55 años, amable y de mirada tranquila. Lleva un chaleco amarillo fluorescente. Se trata de un empleado de Petaquilla Gold, que tras la suspensión de operaciones de la mina Molejón, en Donoso, provincia de Colón, se convirtió en uno de los cuidadores de la planta, abandonada desde diciembre de 2013.
Desde aquel entonces, la mina de oro se ha deteriorado tanto, que al visitarla es imposible evitar pensar en un también abandonado parque de diversiones, pero con bandas transportadoras colgando de un lado a otro, cables y tubos de colores, óxido, polvo, agua grisácea estancada, grandes máquinas maniquíes, miles de dólares en equipamiento minero y cianuro empaquetado en una bodega.
Hay dos tinas cuasi lagunas, una de 12 y otra de 8 hectáreas, llenas de agua hasta sus bordes. Son las tinas de relave de la mina, y su contenido es otro de los temas urgentes que atenderá el Ministerio de Ambiente, los cuales costarán unos $2.5 millones, mientras se decide si el gobierno le quita la concesión a la empresa filial de la canadiense Petaquilla Gold, a raíz de incumplimientos financieros que derivaron en el abandono y peligroso deterioro de la planta.
También en los pagos de 608 empleados, como del seguridad que me advirtió de mi cercanía al cianuro. Desde octubre de 2014 no reciben sus salarios ni décimo tercer mes. El Ministerio de Trabajo y Desarrollo Laboral calcula que el total adeudado es de $8 millones.
¿Trabaja sin que le paguen?
Si renuncio… yo no voy a dejar que mi plata se pierda. Me toca.
¿Qué cuida?
Hay gente que se roba los cables de cobre y hay mucha cosa.
A pesar de la situación, se lo ve risueño y conversador. La incertidumbre lo(s) obliga esperar.
El mantenimiento
La cantidad de agua que almacenan las tinas de relave, en forma de cono y cuyo punto más hondo es de 20 metros, deben vaciarse por el peligro que representan los sedimentos, que personal del Ministerio de Ambiente detectó a partir de los seis metros de profundidad. Se determinó que se evacuará el volumen hasta donde se encuentran los contaminantes, que es agua pluvial.
Esta luego se almacenará en el yacimiento de oro, otro pozo inmenso con agua exclusivamente de lluvia, en la que durante los análisis del Ministerio de Ambiente se encontraron sardinas que disfrutan del letargo del área. Y que probablemente sean las únicas millonarias del mundo marino.
“Hay tres trabajos prioritarios de urgencia notoria: estabilizar el dique sur, que es una de las tinas de relave, que sufrió daños por la erosión e inclemencias del clima; la estabilización de los taludes (paredes) del área del yacimiento y la evacuación de las aguas (de las tinas); y limpiar zonas de la planta que tienen contaminación por hidrocarburos y alguna sustancia química”, explica Yamil Sánchez, director nacional de Protección de la Calidad Ambiental del ministerio.
La contaminación a la que se refiere Sánchez se percibe fácilmente en una parte de la planta, en la que de un suelo negruzco se desprende un olor parecido al de la gasolina. Unos metros más atrás hay otra tina –de unos 40 metros de largo por 15 de ancho- también llena de agua. Los cinco mil milímetros de lluvia que caen al año en la zona y la inactividad llenaron esta tina de urgencia, que debe permanecer vacía para atender un inoportuno derrame de sustancias durante las operaciones.
Los trabajos paliativos tomarían unos cuatro meses para completarlos. Esto, mientras se sepa qué pasará con la concesión. El objetivo, continúa Sánchez, es que no se agrave una situación que ya es grave. Si se decreta su cierre definitivo, se deberá elaborar otro estudio y ejecutar otras tareas de limpieza. El costo es de unos $30 millones.
El financiamiento para este mantenimiento se gestionará a través del Programa de Ayuda Nacional.
El deterioro
En enero de 2015, el Ministerio de Comercio e Industrias le notificó a Petaquilla Minerals que de no resolver sus problemas financieros iniciaría el proceso para cancelar la concesión, otorgada a la compañía mediante la Ley 9 de 1997. El acuerdo establece un plazo de seis meses para que la minera presente un plan de actividades de mantenimiento de la planta y que asegure su solvencia financiera.
El pasado 20 de julio dicho plazo expiró, y persistió el desacuerdo entre las partes: Petaquilla presentó un informe que detallaba trabajos puntuales de mantenimiento ya ejecutados, pero fue desestimado por el gobierno.
El Ministerio de Ambiente alega que para esos trabajos se requería un permiso por la sensibilidad de la situación, el cual Petaquilla no habría solicitado de acuerdo al procedimiento. Además, indica que tampoco el mantenimiento realizado cumplió con los requerimientos técnicos medioambientales.
Mientras se decide el futuro de la mina, por el complejo no pasa más que la brisa fresca, que acaricia los pastizales que aprovechan la inactividad para recuperar su espacio en la tierra rojiza. A lo lejos, las nubes rozan la sierra, dando una sensación de estar a miles de metros de altura. Llueve.
En el taller de la planta, sentado en una silla resquebrajada junto a una máquina retroexcavadora dormida, el seguridad se mimetiza con la quietud. Solo las sardinas disfrutan del abandono.
