La población panameña está madurando, lo que a su vez está agravando el panorama laboral para los más jóvenes. En este contexto, cada vez más jóvenes deben competir en un mercado que a su vez genera menos empleos, tanto en cantidad como en calidad.
Los datos del censo de 2023 (aquel que correspondía a 2020) confirman lo anterior. En 1990, la proporción de la población menor de 15 años de edad era de 35%. Ese grupo se fue reduciendo paulatinamente con el paso de los años: a 32.2% en 2000; a 29.2% en 2010, y, para 2023, este rango etario se fijó en 25.4%.
Por otro lado, el 64.8% de la población está entre los 15 y los 64 años de edad. Ello significa, según la Contraloría, un gran volumen de población apta para trabajar y, por ende, una fuerte presión para el mercado laboral.
Esta presión al desempleo juvenil también viene por el aumento de la población mayor de 65 años de edad, que pasó de 7.4% en 2010 a 9.8% en 2023; hay casi 400 mil personas en ese rango de edad, según el último censo.
En consecuencia, la edad promedio de la población pasó de 22 años en 1990 a 24 años en 2000, para seguir subiendo hasta los 27 años en el 2010 y, en este último censo, se ubicó en 30 años.
Entre provincias también hay grandes brechas. Por ejemplo, en Los Santos, la edad promedio es de 39 años, mientras que en Chiriquí y Coclé es de 31 años. En Colón y Darién, la edad promedio de la población es de 28 y 24 años, respectivamente. Esto da indicios del movimiento de la población joven a provincias específicas para buscar oportunidades.
En esa línea, según la encuesta de Propósitos Múltiples, hasta abril de 2022, de 199,249 personas que estuvo buscando trabajo, el 41.6%, es decir, 82,979 personas, tenía entre 20 y 29 años de edad, lo que ilustra claramente el gran bolsón de jóvenes que no encuentra oportunidades de sostenimiento en la economía actual.
El desempleo en el rango de edad de 15 a 29 años es del 15%, casi el doble de la tasa para la población general, que aunque también es alta, está por el orden del 8.9%. Esto se traduce en que poco más de 71 mil jóvenes que quieren entrar al mercado laboral no lo ha logrado, según explicó Samuel Moreno, director del Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC), para quien además del envejecimiento de la población, hay factores que agravan el desempleo juvenil.
Una de las realidades son las plazas ocupadas por personas jubiladas que siguen en el mercado laboral, lo que, de alguna manera, limita la oferta de trabajo para los nuevos trabajadores que cada año se gradúan, ya sea de la escuela o de la universidad.
Moreno enfatiza en la necesidad de transformar la educación de manera que esas personas que se entrenan se puedan insertar en las nuevas empresas e industrias que están conectadas a la digitalización, a nuevos modelos de negocios o a la inteligencia artificial: que se empalme la oferta de trabajo con los profesionales que se generan. Para esto, agrega, hay que crear carreras conforme las señales que dicta el mercado y ver las empresas que se instalan, tanto las de inversión extranjera como las nacionales.
Sin embargo, la deuda pendiente –como reconoce Moreno– es tener una visión más clara de la planificación; un enfoque más atinado del desarrollo nacional y los desarrollos territoriales, y pensar en los polos de desarrollo territorial. Opina que el Estado debe seguir generando inversión pública a través de infraestructuras y facilitar la inversión privada, impulsar cooperativas y actividades económicas que apalanquen el empleo, que generen economía de escala, pero en definitiva, “una combinación de varias cosas, no de una estrategia nada más”, concluyó.