La subida de los alquileres en España empuja cada vez a más personas a optar por fórmulas de alojamiento hasta hace no mucho consideradas marginales: desde una habitación a compartir por toda una familia a furgonetas o caravanas para trabajadores temporales en núcleos turísticos de playa o montaña.
La escalada sin freno del precio del alquiler y la escasez de vivienda aboca a los ciudadanos más vulnerables a situaciones muy precarias y muchas veces intolerables, según algunos relatos recogidos por EFE.
Habitaciones de realquiler a precios disparados
“Vivo con mis tres hijos, de entre 10 y 4 años, en una habitación por la que pago 700 euros −unos 767 dólares−. Trabajo cuidando a personas mayores en dos casas diferentes y tengo contrato en ambas, pero no me llega para permitirme nada mejor”, explica Ilsy S.M, natural de Honduras.
Ilsy, que llegó a Cataluña hace ya algunos años, se alojó primero en la localidad vecina a Barcelona de l’Hospitalet de Llobregat y se trasladó hace unos meses al distrito barcelonés de Nou Barris para estar más cerca de sus lugares de trabajo.
En su actual vivienda, habitada por una pareja, ocupa una habitación de realquiler junto a sus tres hijos y tiene derecho únicamente al uso de la cocina, sin que le sea permitido disfrutar del comedor, ni llevar a nadie al apartamento. “Además, mi hermana, que cuida de mis hijos el fin de semana mientras yo trabajo, también debe pagar por el uso de la habitación”, se lamenta.
Furgonetas y caravanas para los temporeros
A 155 kilómetros de Barcelona, en la comarca de montaña de la Cerdanya, Óscar, monitor de esquí, reside desde finales del mes de noviembre en un camping próximo a Llívia (en la provincia de Girona), en territorio francés, donde paga unos 150 euros al mes (169.50 dólares) por instalar su furgoneta en una parcela.
“Hace ya tres años que decidí que lo mejor para no dejarme el sueldo en una vivienda era trasladarme a un camping. Un año compartí bungalow con otros dos compañeros, pero desde el año pasado vivo en mi furgoneta camperizada y así soy más independiente. En verano soy profesor de windsurf en Tarifa (Cádiz, sur de España) y allá también voy con mi furgoneta”, explica.
Jaume C. es otro de los monitores que se aloja durante el invierno en un camping, en este caso, en su caravana. “Llevo un par de temporadas. El primer año busqué piso, pero eran caros y se tenían que compartir con seis o siete personas. No tenía intimidad. Con mi caravana estoy superbién. Pago unos 200 euros (unos 220 dólares) al mes con suministros y en el camping hay duchas”, comenta.
Castings y condiciones cada vez más exigentes
Otra consecuencia indeseable de la falta de vivienda de alquiler es la competencia feroz que se genera para ocupar una vivienda, con requisitos cada vez más exigentes a los inquilinos, que se ven abocados a castings ante la gran demanda.
En la Cerdanya, algunos aspirantes a alquilar una vivienda explican que les han llegado a pedir el pago por adelantado de seis u ocho meses de alquiler en pisos que se ofertan como de temporada pese a ser utilizados realmente como vivienda habitual y que no es inusual que, entre las condiciones, se encuentre dejar libre el apartamento un fin de semana al mes para el disfrute de los propietarios.
“Legalmente no lo pueden hacer, pero las inmobiliarias te piden un depósito que cubre toda la temporada. Venimos a trabajar y resulta que hay que desembolsar 10 mil euros antes de hacerlo. Si después te rompes la pierna o uno de tus compañeros de piso se va, nadie te devuelve nada”, se queja Óscar.