Donde comen dos, comen tres. Ciertamente, la cocina sobresale como artífice conciliador y promotor de las relaciones sociales.
“Es un lenguaje”, aseguró en una ocasión el cocinero español Ferrán Adriá, consciente quizás de esa cualidad dicotómica -íntima y colectiva- que tiene el acto de comer.
Desde la última cena de Jesús hasta los festines de la realeza romana, la comida ha formado parte de momentos sustanciales de camaradería y arbitraje, una costumbre que aún está en vigencia en casi todas las culturas del planeta.
Bajo ese cariz surgen nuevas expresiones culinarias que procuran continuar aquella tradición de compartir un platillo apetecible con un buen comensal.
En el exterior, la última tendencia, bautizada como social dining o supper clubs, procura utilizar la comida casera como pretexto para socializar o conocer nuevas personas.
Se trata de un fenómeno que, según los medios de comunicación internacionales, busca fomentar el intercambio cultural y la economía de colaboración, inspirados por las artes culinarias.
Las nuevas tecnologías y las redes sociales también se han acoplado a este fenómeno, que ha ganado adeptos en todas partes, principalmente en Europa, Estados Unidos y Australia.
En el país
Según el sitio especializado británico Social Dining Network (www.socialdiningnetwork.com), participar es bastante sencillo: solo debe inscribirse en la red y buscar anfitriones o amistades interesadas en compartir un curso.
Desayunos, almuerzos, cenas y hasta comidas temáticas son ofrecidos en estos sitios, con el pago de una cuota mínima, usualmente a partir de los 30 dólares, para cubrir los gastos de la cocina, el maridaje y la decoración.
De acuerdo con los responsables de la plataforma francesa VizEat (www.vizeat.com), se busca atraer a turistas interesados en conocer la culinaria local y también a aficionados de la gastronomía sedientos por degustar nuevas propuestas en este campo.
De forma paralela, la plataforma surcoreana Zipbob (www.zipbob.net) tiene un enfoque más social. “A través de la comida buscamos fortalecer nuestros valores y fomentar mejores relaciones comunitarias”, resalta su fundadora Lynn Park en un video difundido en internet por el programa francés de turismo One Tour.
“Las personas buscan acceder a algo más que el dinero y el consumo”, continúa Park, quien apunta que los coreanos aprovechan los servicios del social dining para crear citas románticas y reuniones de debates sobre temas políticos, por ejemplo.
LUCRO COLABORATIVO
Los modelos que plantea la llamada economía participativa se han acoplado de manera favorable con esta tendencia, que según informa el rotativo español El Mundo, sacudió fuertemente a la industria de restaurantes y hoteles tradicionales de Europa.
En general, la preocupación parece radicar en la carencia de regulaciones y garantías, aunque también hay quienes defienden este tipo de negocios como “una nueva frontera” en el campo colaborativo, apunta la BBC en un artículo publicado en abril de este año.
Para José Olmedo Carles, propietario y jefe de cocina del restaurante Donde José, ubicado en la avenida Central y calle 11, de San Felipe (Casco Antiguo), el social dining le abrió las puertas al mundo gastronómico.
Recién llegado de Australia, decidió remodelar la cocina de sus padres y ofrecer pequeñas cenas con su estilo particular de cocina panameña, durante el lapso de un año.
“Comencé a cocinar para grupos de 10 personas, que marcó el inicio de lo que hoy he querido proponer en el restaurante”, cuenta.
Donde José, que está a punto de cumplir su segundo aniversario, ofrece una experiencia gastronómica en un ambiente íntimo, diseñado para escasas 16 personas. “Es el mismo concepto trasladado a mi negocio”, explica el chef, quien antes ofrecía cenas a razón de dos veces al mes, primero para sus amistades y después entre los allegados a su círculo de amigos.
PASIÓN POR LA COCINA
Tras conocer la pujanza de los supper clubs en la escena neoyorquina, los amigos Marta Ferrer, Roberto Varela y Carlos Ucar decidieron unir sus dotes en la cocina. Su primer evento lo realizaron en 2009, en un viejo caserón de Bella Vista, bajo el nombre de Umami Project.
“Un montón” de velas, flores frescas y un tocadiscos en el patio reunió a 18 personas interesadas en conocer su propuesta gastronómica casera.
“Es una labor de amor”, apuntan Ferrer y Varela, quienes aseguran dan rienda a su afición por la culinaria, ayudados por familiares y amigos. “Por ejemplo, como no sabemos de vinos, reclutamos a un amigo que es aficionado de la bebida para ayudarnos con los maridajes. También, otra amiga que es diseñadora de interiores nos colaboró con los menús, pintándolos a mano. Son toques especiales que no encuentras en un restaurante comercial porque muchas veces la naturaleza del negocio no te permite darte estos lujos”, continúa Ferrer.
Para participar no hay reglas precisas, detalla Varela, quien recalca que solo es necesario estar abierto a disfrutar de la experiencia, pues los asistentes no saben lo que comerán hasta llegar al evento.
Las actividades de Umami Project, anunciadas en Facebook y en otras redes sociales, no sobrepasan las reservas para más de cuatro personas, quienes a su vez tampoco conocen al resto de los invitados.
Los escenarios, igualmente, suelen variar. Y es que la idea, según Ferrer, es sacar a las personas de su zona de confort.
El pasado mes de julio, el terceto conformado por las cocineras Valli Alemán, Paola Reyes y el mixólogo Alberto Alemán Arias ideó una agrupación similar dedicada a ofrecer desayunos.
Alimentos “sencillos, honestos y preparados con cariño” moldearon los recetarios que hoy ofrecen bajo el nombre de El Breakfast Club.
Explica Reyes que la iniciativa surgió ante las pocas opciones locales para disfrutar de un brunch dominical. Y aunque se trata de recetas que se pueden degustar a cualquier hora del día, para el grupo se le hizo ideal planificarlas en un horario matutino.
El Breakfast Club congrega entre 20 a 25 comensales en casa de distintas amistades. “Son eventos abiertos al público y los interesados en participar solo deben escribir a elbreakfast@gmail.com”, señala Alemán.
A la fecha, grupos diversos de edades heterogéneas han participado en los eventos realizados con temáticas variadas y sabores internacionales.
Aperitivos, platos diversos, postres y cocteles forman parte del servicio ofrecido, que según sus creadores, les ayuda a expresar su afición por el buen comer y por hacer de los alimentos una excusa para la camaradería.