Milagros Rey nunca había acudido a la CSS hasta el día que necesitó medicinas para un resfriado y no encontró a su médico de cabecera en la clínica donde atendía. Y tras una serie de eventos fortuitos, ese día se llevó a casa dos jarabes de la CSS contaminados con dietilenglicol que le quitaron todo, menos la gripe: “Mi salud, la tranquilidad, la posibilidad de trabajar... Me han quitado todo”.
Testimonios similares pueden contar Iraida Barrera y Briseida de Trejos, otras sobrevivientes del suceso.
Las tres historias fueron recogidas en el documental A la deriva, del cineasta panameño Miguel González, que en poco más de una hora de duración retrata las huellas que ha dejado el dietilenglicol en ellas, 10 años después: insuficiencia renal crónica, insuficiencia cardíaca, neuropatía e isquemia cerebral, síndrome de intestino irritable, enfermedad degenerativa de la columna vertebral, síndrome fibromiálgico, trastorno de ansiedad y depresión, entre otras secuelas.
En el caso de Barrera, dos de sus hijas también resultaron afectadas por los medicamentos envenenados.
A la deriva se estrenó en abril pasado en el Festival Internacional de Cine de Panamá y el plan, apunta González, era presentarla en las salas de cine este mes, pero la proyección no se concretó con los distribuidores. Ahora, añade, evalúan vías alternativas para distribuir el documental y su mensaje entre el público.