Las formas de protesta de los españoles

Las formas de protesta de los españoles


Tan pronto llegaron los primeros trabajadores españoles a la Zona del Canal en 1907, asomaron las creencias en los principios del anarquismo. El movimiento anarquista llegó a organizarse y propagarse únicamente en 1911 cuando una ola de protestas de los españoles –huelgas y disturbios por reclamos de alimentos- alcanzó su punto culminante. A mitad de aquel año se habían establecido clubes anarquistas en Río Grande, Pedro Miguel, Las Cascadas, Corozal, Culebra, Emperador, Gatún, Libertador y Gorgona.

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Las formas de protesta de los españoles

En síntesis, en casi todo poblado en que residía un número significativo de españoles. Un atento observador del movimiento estimaba que solo en Río Grande había unos 800; anotaba que “indudablemente la organización sería mucho más numerosa de lo que es si requiriesen pagar cuotas a sus miembros”. Incluso, el jefe de los servicios médicos, William Gorgas, se pronunció sobre el extendido movimiento advirtiendo que los españoles hospitalizados siempre llevaban consigo panfletos anarquistas como material de lectura.

El movimiento anarquista surgió de numerosas fuentes. Había aflorado en España a mitad del siglo XIX y adondequiera que inmigrantes españoles viajasen a las Américas, solía seguirlos: a Brasil, Argentina, México, Ecuador, Cuba, Florida y la Zona del Canal, entre otros. Los inmigrantes españoles se reubicaban en un contorno internacional de políticas radicales. La ideología, estrategia y tácticas fueron moldeadas no solo por su experiencia en la construcción del Canal o por el período que trajinaron por España, Cuba y otros sitios similares de migración internacional sino, igualmente, por las ideas de un vibrante movimiento político y social. En Cuba por ejemplo, los anarquistas se esforzaron en apuntalar la unidad entre los trabajadores de diferentes industrias y aptitudes e hicieron del antirracismo un componente importante del movimiento. Adoptaron una postura firme a favor de la solidaridad entre peninsulares, criollos y gente de color. En la Zona del Canal, el anarquismo evolucionó en forma desigual, especialmente en un importante aspecto: se convirtió en un movimiento limitado a un solo grupo -inmigrantes europeos no cualificados, casi todos españoles- y nunca desplegó el antirracismo como parte de su ideología.

El español Bernardo Pérez, quien había vivido algún tiempo en Cuba, se mantuvo en el centro del movimiento anarquista. Publicó en Colón un periódico, El Único. De acuerdo con un espía de la policía, Pérez era “un excelente orador, muy educado; parecía poseer gran experiencia en estas actividades”. Poseía un vasto conocimiento de las condiciones laborales y de las organizaciones anarquistas alrededor del mundo, cualidades que empleaba para educar y motivar a las masas de oyentes en las asambleas de protesta. Si apoyaban su periódico, prometía Pérez a los trabajadores, “habrán contribuido a enterrar el clericalismo (burocracia) que envenena vuestra conciencia, el capitalismo que succiona vuestra sangre y el Estado que asfixia vuestra vida”. En otro artículo declaraba: “Somos los hermanos menores de aquellos ahorcados en Chicago, Vergara, Paris... y de aquellos abaleados en Varsovia, Barcelona, Buenos Ayres y Japón...”, con lo cual posicionó el movimiento anarquista en un contexto internacional. Se ocupó también de los intereses de los trabajadores del Canal. Así, exigió recintos públicos para las reuniones de sus organizaciones, condenó la deportación de huelguistas y atacó al Gobierno estadounidense por apiñar a los trabajadores y tratarlos como esclavos. Contradiciendo su propio internacionalismo, hizo eco a las inquietudes de la mayoría de los obreros españoles al enfocar la atención en la aparente amenaza de los negros caribeños. Por ello manifestó que “debemos alzarnos cuando nos reemplacen por negros”.

Pérez sostenía que el Gobierno ya había iniciado la ejecución de ese plan. Si los españoles no se unían, serían rebasados por los caribeños y “habrían de vagar por el istmo pidiendo limosna”. Los anarquistas continuaron congregándose durante el invierno de 1911 y al menos hasta el verano de 1912. Durante este período, Pérez continuó publicando El Único. A medida que el movimiento crecía, algunos anarquistas y empleados descontentos amenazaron con “volar las obras”.

Se esparció el rumor por la Zona del Canal de que alguien había intentado asesinar al ingeniero jefe Goethals. Las amenazas de violencia incrementaron la presión sobre el Gobierno para que respondiese agresivamente; sin embargo, aunque las autoridades consideraron hacerlo, la mayoría apoyó una política tolerante. La Comisión del Canal Ístmico no adoptó medidas para prohibir las asambleas de masas ni deportó a Pérez ni a otros anarquistas, aun cuando anteriormente habían desterrado a líderes huelguistas. A comienzos de 1912, se podía apreciar que los obreros españoles en la Zona del Canal habían suspendido las huelgas, disturbios y asambleas anarquistas. La evidencia sugiere que se debía a que los Estados Unidos adelantaban apresuradamente su programa de reemplazar europeos por caribeños. El Gobierno había iniciado ese proceso ya en 1911 y las protestas de los españoles se habían concentrado precisamente en ese fenómeno. Aun más, todas la huelgas y agitaciones anarquistas hubieron de alentar al Gobierno de los Estados Unidos a proceder con esa estrategia tan apresuradamente como pudo a fin de prescindir de los problemáticos españoles.

Antes de que su movimiento finalizara, los obreros españoles desplegaron una articulada protesta contra las políticas del Gobierno de los Estados Unidos en la Zona del Canal, expresada por medio de la agitación política, el saqueo de alimentos y acciones en los puestos de trabajo. Los anarquistas permanecerán como el movimiento de resistencia más eficaz durante toda la década de construcción.

FUENTES

Editor: Ricardo López Arias

Autor: Julie Greene. Profesora de historia. Universidad de Maryland

Fotografía: Autoridad del Canal de Panamá. Colección RLA/AVSU

Comentarios: raíces@prensa.com

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