Necesito hacerlo ahora porque en el concierto que dio el sábado en la noche en la discoteca Zoomba (por el cual no cobró y cuyos fondos destinó al Instituto Nacional), él no hizo la distinción.
El ambiente fue ecléctico, pero político: estaba desde la farándula televisiva en masa, señoras con sus mejores galas, cincuentones con su tabaco en la mano, hasta altos funcionarios, militantes y legisladores del Partido Revolucionario Democrático (PRD) y el Partido Popular (y un par de wanabís legisladores, a quienes reconocí de tanto ver sus caras en los carteles que adornan la ciudad).
Rey Ruiz, el salsero, estaba en primera fila disfrutando del concierto; hasta coreó un par de canciones.
Blades tocó con la orquesta costarricense Editus. Por cierto, Editus -que comparte un Grammy con el panameño-, cobró mucho menos de lo habitual.
Antes que Rubén saliera al escenario, la emisora Wow y Ulpiano Vergara entretuvieron al público, que pagó 100 y 40 dólares por cabeza.
A eso de las 11:30 pm bajo un lleno total, salió Rubén, vestido de negro de pies a cabeza. Y el público comenzó a corear "Sí se puede... con Martín sí se puede". Y las primeras palabras de Rubén fueron para agradecer a Martín Torrijos, el candidato presidencial del PRD.
Allí me di cuenta que el 95% de los asistentes fueron a apoyar a Rubén el político; Rubén el cantante era el postre de la noche.
Tres cosas reveló el cantautor: que en septiembre debe estar radicado permanentemente en Panamá; que no sabe aún qué ministerio ocupará y que tiene planes de sacar dos discos producidos en casa. Uno se llamará Cantos del Subdesarrollo , y es en conjunto con la banda chicana Los Lobos, del este de Los Angeles, EU.
Dejando la política a un lado -pese al ambiente cargado de aires perredistas-, el aspecto musical fue extraordinario.
Mucha Fania, canciones de antaño que me recuerdan cuando mis padres escuchaban estos discos una y otra vez (como Plantación Adentro, Buscando Guayaba, Camaleón, Juan Pachanga, Pablo Pueblo y Ligia Elena , esta con Colaquito Cortés, a quien Rubén le cedió el escenario por unos minutos).
Mientras cantaba, Rubén se quitaba y colocaba unos clips oscuros sobre los anteojos; se ponía y dejaba unos anteojos pequeños; agarraba las maracas (con la bandera panameña) y las soltaba.
En fin, fue un concierto donde la política y la música fueron de la mano, aunque por una buena causa.