Según la Junta de Control de Juego (JCJ), entre el 2002 y el 2004 la industria del azar se ha despegado como un cohete espacial. Mientras que en el 2002 apenas llegaba a recaudar 95.6 millones de dólares, en 2004 la suma se disparó hasta llegar a los 138 millones de dólares, es decir, un aumento del 45%.
Esta cifra equivale a que cada panameño apuesta, en promedio, 65 dólares al año.
Esto, sin contar los 59 millones que facturó la Lotería Nacional de Beneficencia. Y todo parece indicar que en el 2005 continuará la marea ascendente.
Desde la privatización de las salas de juego, en 1997, durante la presidencia de Ernesto Pérez Balladares, las políticas de las siguientes administraciones se enfocaron en promover la industria del azar con el único fin de atraer inversiones y crear empleos.
De hecho, el auge es tan impresionante que hoy mismo hay cinco proyectos nuevos que están gestionando sus permisos ante la Junta de Control de Juegos.
Los panameños parecen haberse vuelto fanáticos de las tragamonedas, que han superado a la lotería como el juego más importante del país.
Las máquinas recaudaron 94 millones en 2004, casi el mismo dinero que el total que el Estado recaudó por el impuesto ITBM -5%- en 2003.
Las estadísticas de los casinos dicen que el 80% de sus visitantes son panameños.
Y es bajo la sombra de las luces de neón que comienza a crecer un fenómeno que en muchos países ya es un problema serio: la ludopatía, nombre de la adicción a los juegos de azar, que en 1980 la Organización Mundial de la Salud designó como "enfermedad mental".
En Panamá no hay ningún tipo de estadística que mida el grado de crecimiento de la "enfermedad". Tampoco hay tratamientos especializados y los jugadores empedernidos deben tratarse en Alcohólicos Anónimos o en el Instituto de Salud Mental.
Tampoco existen programas que promueva el Gobierno para medir cuál es el efecto que causa en la población el auge de los casinos que es promovido por el Estado en busca de inversión.
Es más, de los millones que produce el juego, ni un centavo es destinado para el tratamiento o prevención de la ludopatía, tal como ocurre, por ejemplo, con el impuesto a los cigarrillos, que –en parte– se destina para combatir las enfermedades que provoca fumar tabaco.
"Hay que pensar que hace poco tiempo que existe el boom", explica Raúl Cortizo, director de la Junta de Control de Juegos.
Vea El ‘boom’ de los juegos de azar