La edificación era de tres pisos y estaba cubierta en su exterior (las dos últimas alturas) con una malla de alambre, ya que tenemos que recordar que las condiciones sanitarias de la ciudad dejaban mucho que desear, pues entre otras cosas, los mosquitos y las enfermedades que transmitían proliferaban por doquier. De modo que de estos insectos había que buscar protección.
En una fotografía que también tenemos del exterior de ese edificio aparece como si la legación mencionada ocupara otra pequeña construcción situada sobre la Calle 4a. No sabemos cuándo esa sede se mudó de allí, pero sí que el primer representante diplomático de EU lo fue William Buchanan, seguido de William Russell, John Barrett, Charles Magoon, William Jennings Price hasta llegar a doña Linda Watt, la actual embajadora. Estados Unidos fue el primer país que reconoció a Panamá -¿si no quién?- (13 de noviembre de 1903), seguido muy pronto de la República de Francia.
Cuando aún no finalizaba el mes de diciembre, China, Dinamarca, el Imperio austro-húngaro, Rusia, Inglaterra, Bélgica, Nicaragua, Costa Rica, Cuba, Italia, Suecia, Japón, Noruega, Perú, Suiza ya la habían reconocido también.
España, Holanda, Venezuela, México, Chile, Guatemala, Honduras, Paraguay, Brasil, Argentina, el Vaticano, Rumania, y Serbia les siguieron. En cambio el reconocimiento por parte de Colombia no se efectuó hasta el año de 1921.
A su vez, los primeros representantes de Panamá ante EU lo fueron Phillipe Bunau Varilla, Carlos Constantino Arosemena, José Domingo Obaldía.
Panamá era en 1904 una ciudad pequeña formada por San Felipe y Santa Ana como sus únicos barrios, y pronto por Calidonia.
En la ciudad no había mucho qué hacer. Por ejemplo, ¿qué haría el señor Buchanan, el diplomático a cargo de la representación estadounidense en sus pocos ratos de ocio, si aún no había tan siquiera Zona del Canal? ¿Antes de ir al Club Unión, que le quedaba a unas tres o cuatro cuadras? También existía el Club Internacional, o aceptar una invitación de algún buen amigo e ir a visitarlo un fin de semana a su casa de campo en Las Sabanas, donde los potentados de la época acostumbraban acudir.
No creemos que fuera a conversar al Parque de Catedral o de la Independencia. En todo caso, ese era el "club" más democrático y popular. ¿O a pasear a Las Bóvedas? ¿O llegarse hasta Taboga? (puede que sí, ya que también era accesible).
En todo caso no era muy fácil para los diplomáticos de la época el cambiar la rutina diaria de trabajo. ¿Qué tal jugar al dominó o al billar en esos ratos libres? Caramba, cómo nos preocupan. Ojalá en esos ratos de ocio, los aludidos diplomáticos los hubiesen pasado bien.