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Las aguas bajan turbias

Luego del aguacero, el ‘affaire’ de Prados del Este quedó al desnudo. Una investigación que revela cómo la tormenta también llegó al Banco Nacional de Panamá

Las aguas bajan turbias

A lo largo de la historia de la humanidad, las disputas por la propiedad de la tierra han generado tragedias de todo tipo y sobre todo una: la de aquellos que no han encontrado un rincón donde vivir.

En Panamá, la situación es alarmante. Según datos oficiales del Ministerio de Vivienda (MIVI), uno de cada tres panameños no tiene “una vivienda aceptable”.

Por esa razón, cuando –a poco de asumir el gobierno– Mireya Moscoso anunció que se propondría acabar con el déficit habitacional, miles de personas humildes recibieron la noticia con gran expectativa: quizá pudieran cumplir en vida el viejo sueño de la casa propia, de dejarle un techo a sus hijos.

Esta expectativa se convirtió en ilusión cuando comenzaron a circular por las barriadas las ofertas de Hogar Ideal, una de las promotoras de vivienda que ofrecía mayores posibilidades para comprar casas económicas, no tan lejos de la ciudad y, sobre todo, con grandes facilidades de pago.

Lo que no decían los folletos era que esas casas terminarían inundadas hasta el techo. Nadie intuía el colapso y, mucho menos, lo que vendría después del aguacero: la historia de un proyecto barrial que puede transformarse en un escándalo de consecuencias impredecibles y que permite revelar por qué, en la mayoría de los casos, cuando el Estado participa de los negocios privados, se convierte en un socio bobo.

Antes de la tormenta.

Prados del Este –el proyecto que vende Hogar Ideal– fue el sueño de un hombre que creía poder unir en un mismo proyecto una obra social y un buen negocio. Su nombre es Abraham Crócamo, y aunque fue él quién gestó la idea y le dio su empujón inicial, con el tiempo se convirtió en su peor enemigo.

Crócamo fue director del Sistema Nacional de Protección Civil durante el gobierno de Guillermo Endara. Luego de su trabajo en la administración pública, se dio cuenta que uno de los mayores problemas que había en Panamá era el de la falta de vivienda. La gente se gastaba la vida hacinada en cuartos de alquiler que les costaban carísimo. Como es ingeniero, se propuso desarrollar las técnicas que hicieran posible construir casas económicas que se pudieran pagar como si fuera un alquiler. Una suerte de leasing popular.

Comenzó a tantear a sus amigos para conseguir financiación. Fue en la búsqueda del dinero que se cruzó con Pedro Solís Espino, sobrino de un “pasiero”. Solís es un conocido empresario chitreano, gerente de marketing de la Cervecería Nacional y dueño de la FM Wao. Además, está casado con una hija del difunto Juan Ramón Poll, creador del almacén El Machetazo.

El padre de Solís es, a su vez, dueño de la emisora interiorana Radio Reforma, quien fue premiado por la ex presidenta Mireya Moscoso por su trayectoria como locutor.

Lo cierto es que, aunque no pertenece al gremio de la construcción, Solís hijo se interesó en el proyecto que venía trabajando Crócamo. Como le gustan los grandes desafíos, no le pareció ninguna locura levantar una barriada de 8 mil viviendas, casi un pueblo entero. Se puso en movimiento y comenzó a buscar socios. “Necesitábamos construir rápido, barato y a gran escala. Elegimos el sistema de construcción de paneles estructurales ‘covintec’, que está aprobado por todos los organismos”, explica Pedro Solís en sus oficinas de la inmobiliaria Hogar Ideal.

Invitó a participar del negocio a un viejo conocido venezolano llamado Freddy Lanza, que vive hace más de treinta años en Panamá. Comenzaron a darle vueltas al asunto hasta que el 10 de junio de 2001 decidieron fundar Promotora Nacional de Vivienda (PRONAVI, S.A.), la empresa que llevaría adelante el negocio. Al poco tiempo se incorporó CIASA, la compañía en la que trabaja el primo hermano de Pedro Solís, Rogelio. CIASA, que sí tenía vasta experiencia en el rubro, se hizo cargo del estudio de impacto ambiental, del diseño de los planos y también fue contratada para realizar la inspección final de Prados del Este.

Cuando le presentaron el anteproyecto al Banco Nacional de Panamá (BNP), que costó 400 mil dólares, aportados por algunos de los socios, la respuesta no fue la que ellos esperaban. Les dijeron que era interesante, pero demasiado grande. Para conseguir el apoyo del banco, decidieron bajar sus pretensiones. Pasaron de ocho mil casas a mil novecientas, cambio que les permitiría conseguir el apoyo del BNP.

Freddy Lanza fue nombrado tesorero de PRONAVI. Parecía el hombre ideal. Bolívar Pariente, su consuegro, tenía un trabajo parecido: era el gerente general del BNP, que entonces aprobó la propuesta reducida. Prados del Este se convirtió en el “proyecto social” del banco, siguiendo la línea política que había impulsado la presidenta Moscoso.

La junta directiva del banco decidió apoyar la aventura con el dinero necesario para la compra de las tierras y una línea de crédito para la infraestructura. A ninguno de los funcionarios pareció importarle que ni la empresa promotora ni los fundadores de PRONAVI tenían experiencia en este tipo de inversiones.

Con el flujo de dinero listo para brotar del Banco Nacional, se inició la búsqueda del terreno. Meses más tarde, allí, decenas de familias vivirían el sueño de la casa propia. Hasta que los tapó el agua.

Zona Cero

El terreno de Pacora –donde finalmente se levantó la barriada– había sido durante años un arrozal, es decir, un espacio que vivía semiinundado la mayoría del tiempo durante los meses de invierno y, en las mejores épocas, sólo húmedo. Abraham Crócamo se fijó en ese lugar para construir Prados del Este. El dueño del predio era Jorge Alfredo Araúz Arango, que tiene gran cantidad de tierras en la zona.

Jorge Araúz es un referente de la aristocracia rural y uno de los mayores arroceros de Panamá. En las fincas de su familia, en Penonomé, hasta se celebran corridas de toros en su propia plaza. Si usted suele leer Mundo Social debe recordarlo posando en su portada, montando a caballo en la voluptuosidad de sus posesiones. Se cree que fue un gran donante de la campaña de Martín Torrijos. Casualmente, Araúz fue impulsado por el nuevo presidente para ocupar un puesto en la junta directiva del Banco Nacional de Panamá.

El caso es que a PRONAVI le pareció un terreno excelente para la obra. Era la zona de moda en cuanto a construcción de urbanizaciones y además, “conocíamos los proyectos de los corredores hacia esa área, que facilitaría la movilización de los futuros propietarios”, explica la empresa. A muchos les llamó la atención que el terreno fuera elegido porque necesitaba un gran relleno de tierra, algo que aumentaría significativamente los costos del proyecto.

Finalmente, el 21 de marzo del 2002, la empresa de Araúz, Haras El Rosario Jorge Araúz Arango y Familia, le vendió la finca de 48 hectáreas a PRONAVI.

Por el terreno la empresa pagó 2.6 millones de dólares. Algunos especialistas sostienen que ese precio es excesivo, pero los protagonistas de la historia responden que el avalúo que respaldó la compra lo hizo Zubieta & Zubieta, una respetada empresa especializada.

Lo llamativo del caso es que el 18 de diciembre de 2001, cuatro meses antes de la transacción, Jorge Araúz compró esas mismas tierras por solo 135 mil dólares. Al menos es lo que dicen las escrituras. Es sorprendente: un arrozal inundable, en un puñado de semanas, multiplicó su valor casi veinte veces. Hay dos explicaciones posibles: o no existe sobre el planeta un vendedor tan genial como Araúz o el monto que fue registrado no fue el que realmente se pagó por esa compra. De ser así, ¿se habrán pagado los impuestos del caso?

El dinero

Algunos periodistas han comentado que fue el nexo familiar entre Pariente y Lanza lo que le permitió a PRONAVI contar con el apoyo incondicional del banco. Lanza lo niega. “Pagamos las tasas de interés más altas del mercado, casi el 9%. ¿Cuál fue la ayuda?”, se pregunta el antiguo tesorero de PRONAVI. “A los que dicen que Pariente participó de este negocio, los desafío a que me sometan al detector de mentiras”.

Todavía están lejos de la luz pública los documentos y bienes presentados por la empresa constructora como garantía para recibir semejante apoyo. A la fecha, según el Banco Nacional, la deuda de PRONAVI asciende a cinco millones de dólares. Además, el banco también se responsabilizó del 90% de las hipotecas firmadas, un monto calculado en siete millones de dólares.

El sistema funcionó así: con dinero del Banco Nacional, PRONAVI compró el terreno y comenzó la construcción. Para mantener el flujo de efectivo, además de construir, la empresa necesitaba encontrar compradores. Estos, al firmar las hipotecas, permitían a PRONAVI obtener dinero fresco del banco para proseguir con el proyecto.

Las hipotecas de los más pobres, que por una casa se comprometían a enfrentar descuentos directos de sus sueldos por 35 años, eran fundamentales para mantener el negocio caminando: era la sangre que le daba vida al proyecto.

Lo cierto es que con el apoyo total del Banco Nacional, vale decirlo, cualquiera podría encarar proyectos de riesgo que son los que a fin de cuentas, rinden mayores utilidades.

Porque, ¿cuáles son las garantías que ha tenido el banco para dejar fluir tanto dinero hacia este proyecto?

En principio, el mayor respaldo es la hipoteca sobre el terreno de Pacora. Y también las firmas de Abraham Crócamo y la de Pedro Solís, ambos como fiadores solidarios. Aunque sólo Solís presentó como respaldo sus propios bienes.

“Si PRONAVI tiene problemas para pagar la deuda, el que se deberá hacerse cargo soy yo, porque soy el fiador. Si eso sucede –esperemos que no, ruega– tendré que responder con mis bienes”, pone el cuerpo Solís.

A fondo

Luego de la compra del terreno y con una línea de crédito abierta, los hombres de PRONAVI comenzaron a buscar una empresa para construir la obra. Crócamo, en ese momento director de la empresa, propuso a Ingeniería Vial, una compañía colombiana que quería entrar en el mercado panameño. Prometía construir la primera etapa –infraestructura y 253 casas– y aceptaba esperar nueve meses para cobrar el trabajo, es decir, el tiempo que necesitaba PRONAVI para ubicar las casas.

Aunque los planos recién fueron aprobados por la ventanilla única del MIVI el 12 de agosto del 2002, las obras comenzaron cinco meses antes. La empresa colombiana firmó un convenio con el UTICAP, un sindicato de la construcción colonense, y se puso a trabajar. Lo primero era rellenar el terreno para que dejase de ser un lodazal.

Llevaban el 30% de la obra realizada, es decir, la infraestructura, la casa modelo y casi 70 casas más cuando una huelga fulminante del Sindicato Unico de Trabajadores de la Construcción y Similares (SUNTRACS) les paralizó la construcción. La empresa colombiana no quería negociar con ellos. Argumentaban que no era el sindicato que representaba a sus trabajadores. Sin embargo, en el Ministerio de Trabajo dieron por válido el reclamo de SUNTRACS.

Por esta razón, durante tres semanas, en Prados del Este no se movió ni un ladrillo, hasta que el 22 de agosto de 2002, el tablero sufrió una sacudida y las fichas cambiaron de manos: PRONAVI S.A. se partió en dos. Por un lado, quedaron Freddy Lanza, Pedro Solís y la gente de CIASA y, por el otro, Abraham Crócamo e Ingeniería de Vías. El juez interno del Banco Nacional, José Cachafeiro, decidió intervenir la empresa para resguardar los intereses del Banco Nacional.

Cachafeiro se vio obligado a nombrar un administrador para que se hiciera cargo de la empresa, que, dada la intervención, parecía destinada al fracaso. Sin embargo, para cambiar el rumbo de la firma, decidió nombrar a uno de sus hombres: Freddy Lanza, consuegro del entonces gerente del banco, Bolívar Pariente. En esos días, Lanza fue beneficiado con un préstamo personal que respaldó con sus bienes, por un monto de 200 mil dólares. Ese dinero fue inyectado en PRONAVI, que estaba necesitada de fondos para continuar la obra.

Para Crócamo y la empresa colombiana, la suerte parecía estar echada. Lanza, con fuerza renovada, decidió dar de baja el contrato con Ingeniería de Vías y para terminar la etapa inconclusa contrató a CIASA, la empresa que era accionista de PRONAVI. Y no sólo eso, la que había sido contratada para fiscalizar la obra. En pocas palabras: el grupo de Lanza y Solís se quedó con todo.

Sin embargo, ni Crócamo ni Ingeniería de Vías permanecerían con los brazos cruzados. Ambos irían a la justicia. Crócamo, para luchar contra los hombres que habían vaciado de contenido social su proyecto –y lo habían corrido del negocio–. En tanto, Ingeniería de Vías, para recuperar el dinero que había invertido, demandó al Banco Nacional y a Freddy Lanza por cuatro millones de dólares.

Afuera

Para esas horas, la promotora Hogar Ideal estaba funcionando a tope. Había sido creada especialmente para vender “Prados”, su único proyecto. Tenía en el terreno, una casa modelo y el desfile de posibles compradores era incesante.

“Me fui de la barriada Mano de Piedra escapando de las balas y mira tú donde me vine a meter”, explica Donelis Maquintosh, una de las propietarias afectadas por la inundación. “Las casas estaban baratas, parecían lindas y daban muchas facilidades. Además, ¿quién le va a dar un crédito a una?”, se pregunta la señora.

Sin embargo, dice, el susto que vivió el día de las inundaciones no se lo olvidará jamás. Regresaba hacia Prados del Este en bus y reconoció a una vecina que venía muy apenada, hablando por celular. Le preguntó si le pasaba algo. “Sí, nos inundamos”, le contestó. Donelis pensó que la mujer era una exagerada, ¡si se inundaban cada dos por tres!. “No, no... esta vez nos inundamos en serio, el barrio ya no está, es todo río”, le contestó su vecina.

Donelis, dice, sólo pensó en su hija de cuatro años que había dejado en la guardería. Las dos mujeres decidieron descender del bus y tomar un taxi. “Al llegar a Felipillo, la barriada que está pegada a Prados del Este, ya no nos dejaron pasar. Nos decían que era peligroso entrar, que había agua y culebras. Yo lloraba porque quería ver a mi hija. Al final, la encontré, por suerte la habían evacuado”, explica la señora que, dice, luego de lo que vivió, ya no quiere seguir pagando por esa casa.

Continúa mañana...



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