La literatura en español está llena de historias, biografías, relatos, diccionarios, enciclopedias dedicadas al toreo. La poesía no se ha quedado atrás de manera especial relatando las muertes de muchos toreros.
Eso, cuando no lo hacían los mismos afectados. A Manuel Sánchez, el de Montelón, lo empitonó un toro, y pocos momentos antes de morir dejó escrito: "Compañeros, yo me muero; amigos, estoy muy malo; tres pañuelos tengo adentro, y este que me meto son cuatro". Leandro Fernández de Moratín, Federico García Lorca y muchos otros poetas escribieron sobre el mismo argumento.
Daniel Tapia en su Historia del Toreo publicada en 1992 por Alianza Editorial cita los episodios anteriores y nos dice que fue Francisco Romero el primero de una larga dinastía de toreros, el precursor que en 1776 se enfrentó de pie ante un terrible toro para matarlo de una certera estocada seguido de un elegante y certero giro de su cuerpo que le evitó el ser empitonado por el morlaco o toro de lidia como también le suelen llamar.
Parece que ya desde el siglo XVII el Duque de Medina y de Rioseco fue el autor del primer reglamento escrito que desde entonces y tras múltiples cambios ha regido en las corridas de toros.
Y miren qué casualidad, otro caballero también con título nobiliario, pero esta vez inglés, fue el primero que redactó las reglas de otro deporte considerado para muchos como salvaje. Nos referimos al octavo Marqués de Queensberry el que también logró que a Oscar Wilde lo mandaran a prisión acusado de homosexualismo ya que convivía con un hijo del marqués.
Toreros los ha habido que han resultado no sólo verdaderos artistas de su arte, sino también poseedores de un valor que muy pocos los pueden poseer.
Como vuelve y nos lo recuerda el libro ya citado de Daniel Tapia, muchos toreros murieron ancianos y sobre su cama. Tales son los casos de Castillares, de Pedro Romero y de su descendiente de nombre Juan que falleció a los 102 años. Pero también hubo muchos que murieron a causa de horribles cogidas. Recordemos a unos cuantos y famosos: Antonio Romero, Curro Guillén, José Gómez "Gallito" o también "Joselito", Pepe Hillo, Espartaco, Ignacio Sánchez Mejías (a él fue quien le dedicó versos García Lorca), Manolete, Paquirri y muchos más.
América Latina también ha tenido grandes toreros profesionales de fama mundial. Es así como en México, Colombia, Venezuela, el Perú y el Ecuador hombres como Arruza, Curro Girón y muchos más brillaron en esa constelación.
Como parece que ya de toros han de estar hastiados, suspendamos aquí, lamentando, eso sí, el tener también que repetir que en Panamá hubo una magnífica y completa plaza de toros, además de una magnífica afición que los especuladores de ahora se encargaron de acabar.