En guerra desde hace seis años, los rebeldes sirios y los partidarios del régimen gritaron de alegría ayer cuando Omar Al Soma igualó frente a Irán, permitiendo a la selección nacional jugar una eliminatoria asiática cuyo vencedor disputa una repesca para jugar el Mundial de Rusia 2018.
Este tanto, logrado en el descuento (90+3), supuso el empate 2-2 de Siria frente a Irán en Teherán y desencadenó inéditas celebraciones en un país golpeado por una guerra que cuenta más de 330 mil muertos en seis años. La alegría se propagó por el centro de Damasco, bastión del régimen de Bashar al Asad a la vecina zona rebelde de la Ghouta oriental, pasando por la ciudad de Binnish, situada en la provincia de Idleb (noroeste), dominada por los yihadistas de Tahrir al-Cham.
“No puedo describir mi alegría... ¡Espero que Siria recupere la paz!”, señala Lara Hanna, de 35 años, que siguió el partido en un café de la capital Damasco junto a su marido y su hija.
Más al este, en la Ghouta, un grupo de aficionados se juntó en una granja para seguir el partido.
“Claro que queremos que gane el equipo nacional”, confirma Abou Badr, de 30 años, “aunque el país esté dividido entre oposición y régimen”.
“El equipo representa a toda Siria y esperamos que gane los partidos de la repesca y se clasifique para el Mundial. Sería una gran alegría para toda Siria”, añadió.
El siguiente paso en el camino hacia el Mundial es la eliminatoria asiática frente a Australia. Al ganador le espera en la repesca definitiva el cuarto clasificado en la Concacaf.

