Lentamente nos van tomando más respeto.
Nada va a cambiar el hecho de que el fútbol americano es un deporte de origen estadounidense, pero a fuerza de fanatismo y conocimiento, los latinoamericanos se van ganando un lugar.
Grandes jugadores con raíces latinas han llegado a la NFL como Tony González y Mark Sánchez de esta liga, pero por lo general son de segunda o tercera generación.
Pese a ello, se tildan de latinoamericanos y siempre con el orgullo de su buen trabajo en la cancha de juego.
Y hasta cierto punto lo son, aunque por cada uno de ellos hay al menos 10 jugadores que no van a universidades de renombre y pelean en los campos de entrenamiento por al menos ganarse un lugar en los escuadrones de práctica.
Uno de ellos se encuentra precisamente en Miami trabajando con los Dolphins y su nombre es Roberto Wallace; es un receptor abierto oriundo de Panamá, y llegado el tercer partido de pretemporada, sigue peleando por un lugar en la lista final de 53 jugadores.
Su camino a la NFL no fue el más común.
“Sinceramente cuando era chico, yo ni sabía las reglas del fútbol americano”, admitió Wallace tras terminar de entrenar con los Dolphins. “Para mí era igual que el rugby, y la única diferencia era que en un deporte se usaba protección, y en el otro no”.
Algo entendible considerando que Panamá no tiene una rica historia con respecto al fútbol americano, aunque en los últimos años poco a poco ha ido mejorando.
En la mayoría de los países latinoamericanos el deporte nacional es el fútbol o el béisbol.
Y este último es precisamente el deporte que practicaba Wallace.
“Jugué al fútbol toda mi vida, de hecho llegué a jugar en el Sub-14 de Panamá”, expresó el ahora receptor abierto. “Era defensor, pero luego me pasaron a delantero dado que pensaban que podía aprovechar mi tamaño en el área contraria”.
Físicamente, Wallace no le pide nada a nadie. Tiene 24 años, mide 1.93 y pesa 105 kilos, y no tiene nada que envidiarle a Brandon Marshall en lo que a físico se refiere, pero ya llegaremos a su relación con el nuevo estelar de los Dolphins.
Su padre, Roberto, estaba en el ejército norteamericano, y cuando en 1999 se terminó el tratado entre Estados Unidos y Panamá, él y su familia se fueron a vivir a Puerto Rico durante dos años.
En 2001, Roberto padre decide brindarle las mejores oportunidades a su hijo y lo acompaña a Estados Unidos. Lo llevó a donde su tía en San Diego, y regresó a Panamá con su familia.
Allí Roberto, quien se había perdido un año de la escuela secundaria “por problemas familiares”, comienza a asistir al Oceanside High School.
En su segundo año, jugó al fútbol para su secundaria.
El entrenador de fútbol americano, tras haber visto sus condiciones físicas, intenta convencerlo de irse a su equipo.
Wallace claramente tuvo un impacto inmediato y antes de darse cuenta, recibió un llamado de la Universidad de San Diego State.
En 2006 sufrió una lesión de hombro y se perdió todo el año. Al año siguiente fue reserva y finalmente en 2008 se ganó la titularidad.
“La experiencia en San Diego State fue extraordinaria”, sentenció Wallace. “La mayor dificultad estuvo en que estuve con tres grupos de entrenadores, y todos tenían ofensivas completamente distintas, por lo cual el proceso fue más duro”.
El entrenador Chuck Long fue despedido tras tres años al frente de los Aztecs, y fue reemplazado por Brady Hoke. A fin de cuentas, eso fue lo mejor que le pudo haber pasado a Wallace.
“Nunca le deseo el mal a nadie, pero la ofensiva de Hoke es muy similar a la que tenemos aquí en Miami, así que realmente me vino muy bien”, declaró Wallace.
Tras finalizar su carrera universitaria, Wallace contrató un agente y empezó a soñar por primera vez con un futuro en la NFL.
Escrito de Sebastián Martínez Christensen, de ESPNdeportes.com.

