Cuando Elvira Fernández decidió convertir su departamento en Ciudad de México en un espacio de alquiler temporal con la ayuda de Airbnb Inc., nunca se imaginó que cobraría hasta 50% más de lo que ganaría alquilándolo a largo plazo.
Fernández tiene una larga lista de razones por las que Airbnb es su mejor apuesta: no tiene que lidiar con abogados, avales, rentas no pagadas o malos inquilinos. Recibe el dinero a tiempo, directamente de Airbnb, y puede cancelar inmediatamente una reservación si un visitante se comporta mal.
Airbnb ha notado el éxito de los propietarios como Fernández. La plataforma para compartir viviendas ha puesto la mira en la capital mexicana como su próximo gran mercado después de que sus negocios casi se triplicaron en 2016, convirtiéndola en la ciudad de más rápido crecimiento de la compañía.
Airbnb abrió sus primeras oficinas en Ciudad de México a principios de este año y, en una medida que sorprendió a muchos, trató de evitar las críticas que le han ocasionado problemas en otras partes del mundo, acordando con el gobierno recolectar y transferir un impuesto de alquiler del 3%.
Anunciado el mes pasado, el nuevo impuesto es igual a lo que los hoteles pagan en la ciudad. En lo que se ha visto como una especie de caso de prueba, la compañía se anticipó a los múltiples problemas legales a los que se ha enfrentado en otras ciudades como Nueva York y Barcelona, y trató de dar a las autoridades y asociaciones hoteleras más de lo que anhelan: regulación.
“Tenemos números bastante grandes en México”, dijo Nathan Blecharczyk, cofundador de Airbnb y jefe de estrategia, en entrevista en San Francisco, California.
La compañía registró más de 1.5 millones de visitas al país a través de su plataforma de junio de 2016 a mayo de 2017, dijo. El impuesto de 3% es el primero en su tipo en América Latina y la compañía está estudiando si puede hacer lo mismo en otras ciudades.