Estimado diputado Gabriel Panky Soto, déjeme presentarme. Mi nombre es Stefany Cohen y soy promotora de emprendimiento. Soy profesora de la clase “desarrollo de emprendedores” en la USMA, columnista semanal de este diario, autora y presentadora de un programa educativo de emprendimiento en EcoTV.
Desde el inicio de mi carrera, he promovido emprendimiento como una herramienta de libertad: mental y económica. El decano de la Facultad de Negocios de la USMA, a quien estimo muchísimo, una vez me dijo: “La manera para acabar la pobreza es generando riquezas”. Desde ese momento, promuevo emprendimiento con la esperanza de que sea una de las herramientas necesarias para acabar con la pobreza y la desigualdad de nuestro país.
Aunque en forma nuestros trabajos parezcan muy distintos, creo que en fondo son muy parecidos.
Antes de escribirle, me tomé la libertad de visitar su sitio web y al ver todas sus labores, sé que ambos estamos trabajando con el objetivo de vivir en un país mejor. Sin embargo, su reciente decisión de suspender la discusión de la ley 61 de educación sexual me ha hecho difícil concentrarme para cumplir con mi trabajo. Se me hace difícil promover emprendimiento cuando me preocupa que en nuestro país haya que promover primero (y de manera alegal o alternativa) derechos humanos como el derecho a “recibir información clara, oportuna y científica” acerca de la sexualidad.
Sé que desde la suspensión de las discusiones de la ley se ha estado reuniendo con diversos grupos jóvenes y eclesiásticos para conversar acerca de las reformas de la ley y escuchar sus opiniones.
Pero también sé que no es humanamente posible para usted reunirse con suficientes grupos para desmentir la cantidad de mitos que se han propagado a través de campañas de desinformación. En mis propios esfuerzos de promover la ley 61 me encontré que incluso partidarios de esta ley desconocen que: 1) se hizo una actualización de la versión de 2014 a la versión de 2016; 2) muchos de los artículos de la ley responden expresamente a los valores familiares y católicos, 3) ninguno de los artículos interfiere con la patria potestad y ninguno de los artículos menciona nada acerca de la “ideología de género”. Por eso, temo que no se reanuden las conversaciones de la ley, porque de boca en boca no se podrá reparar pronto el daño que se ha hecho propagando ideas falsas.
Reconozco que usted debe estar en una posición muy difícil, ya que el tema de la sexualidad es altamente controversial en Latinoamérica. Sin embargo, sé que no es una tarea imposible (aun en un país como el nuestro, con nuestra cultura y creencias) porque nuestro país vecino, Costa Rica, ha hecho avances en esta materia al tratarlo como un tema de salud y bienestar nacional.
A finales de 2015 se reportó un 90% de avance de una campaña de educación sexual que estuvo acompañada de: 1) alianzas con grupos voluntarios, 2) creación de mensajes audiovisuales, 3) entrenamiento y capacitación de docentes, 4) adaptación adecuada de los contenidos para cada uno de los grados escolares.
No es fácil, pero es posible promover una ley de educación sexual sin detonar una revolución en nuestro país. Pero hay que atreverse. La característica número uno que separa a los líderes del resto es que los líderes están dispuestos a tomar sacrificios. A los líderes les toca sacrificar su tiempo, su paz mental, y a veces hasta su reputación para lograr aquello con lo que todos sueñan, pero a lo que nadie se atreve.
Estimado diputado Soto, hoy me dirijo a usted en su calidad de líder, a pedirle que vaya un paso más allá. Que tome la decisión difícil. Reanudar la conversación de educación sexual y equipararla con una campaña de concienciación/ capacitación puede que no lo haga popular a corto plazo, pero lo inscribiría en la historia de nuestro país a largo plazo. Este no sería solo un cambio de legislación, sino un cambio social de impacto trascendental.
No nos conformemos con aceptar el Panamá de pobreza, el Panamá de abusos, el Panamá de embarazos adolescentes, el Panamá de alto índice de enfermedades de transmisión sexual. El reto del líder no es solamente imaginar un mejor futuro, sino convocarnos a todos a trabajar para crearlo.
La autora es promotora de emprendimiento