Cuando Vanessa Harris comenzó a trabajar en Google, no creía que la compañía fuera alguna vez objeto de protestas por los derechos humanos. Pero ocho años después, eso es exactamente lo que sucedió.
Google, que adoptó el famoso credo “No seas malvado”, ha caído en un club corporativo previamente ocupado por compañías petroleras, gigantes mineras y fabricantes de armas.
Esta semana, más de 60 grupos de derechos humanos, entre ellos Amnistía Internacional y Human Rights Watch, exigieron a Google que pusiera fin a un esfuerzo por lanzar un motor de búsqueda censurado en China, diciendo que la medida podría convertir a la compañía en “cómplice de violaciones de derechos humanos”.
Más de una semana antes, Amnistía acusó a Google de ayudar al Gobierno chino a espiar a sus ciudadanos, y publicó un anuncio de trabajo falso en Twitter para ayudar a la compañía a reemplazar a los empleados que pueden haber renunciado por el proyecto “Dragonfly”.
Cuando me uní a Google nunca pensé que seríamos el blanco de un anuncio de ataque de Amnistía Internacional, respondió Harris en Twitter. El Google al que me uní (¿aparentemente? ¿pretendía? ¿en realidad?) representaba mucho más que el aumento de los ingresos publicitarios, agregó en otro tuit el 30 de noviembre.
Harris, gerente de productos líder de la compañía, no respondió a solicitudes de comentarios. Pero sus publicaciones en las redes sociales son indicativas de un malestar más amplio entre algunos Googlers.
Otros gigantes tecnológicos han atraído protestas antes, y Google ha sido criticado por expertos en privacidad y multado por reguladores antimonopolio europeos. Pero el gigante de internet, que fabrica productos amados por miles de millones de personas, hasta hace poco era visto por muchos como una anomalía: una corporación con corazón. Ahora, a medida que la compañía expande su ya amplio alcance a nuevos mercados para mantener el crecimiento de los ingresos, se asienta la realidad de que Google se parece mucho a cualquier otra empresa grande, tanto dentro como fuera de la empresa.
“La razón por la que la gente está tan sorprendida es que se unieron a Google con la sensación de que estaban construyendo tecnologías que eran beneficiosas para la sociedad, dijo Joe Westby, investigador de Amnistía Internacional. Google se negó a emitir comentarios.
Los proyectos como Dragonfly, junto con el inmenso tamaño y poder de Google, han socavado esta imagen.