María José Álamo, cuyas 120 cabezas de ganado pastan en tierras cercanas a la única gran mina de uranio en desarrollo del mundo, está preocupada.
"Yo misma no compraría carne de ganado criado cerca de una mina como esa", dijo Álamo, de 48 años, en entrevista desde un café en la aldea de Baños de Retortillo, en el oeste de España, cerca del sitio. “Así que supongo que la gente haría lo mismo con la mía. Eso generaría un estigma”.
Berkeley Energía, la empresa australiana que desarrolla el proyecto en tierras cercanas a Salamanca, dice que revivirá la gran tradición minera de España cuando comience a producir uranio en un momento en que la industria energética mundial enfrenta una suba a largo plazo de los precios para el metal radiactivo usado para alimentar plantas nucleares.
Mientras Berkeley espera que su mina española de uranio esté activa para fines del próximo año, manifestantes como Álamo se alegran por la llegada inesperada de un nuevo Gobierno encabezado por el Partido Socialista, que según los comentarios de algunos de sus miembros puede ser menos amigable con la industria nuclear.
Berkeley comenzó a desarrollar el proyecto de Salamanca en 2016 luego de obtener aprobaciones para las obras iniciales en el sitio, que se convertirá en uno de los 10 productores de uranio más grandes del mundo cuando comience la producción.
Según la empresa, el proyecto implicará una inversión de $289,4 millones y creará 2,500 empleos directos e indirectos en una región rural que sufre una disminución de la población, en parte a causa de sus limitadas oportunidades económicas.