Al pie de los montes Blue Ridge hay una enorme fábrica que se ha convertido insólitamente en víctima de la creciente guerra comercial entre Estados Unidos y China.
La planta cerca de Spartanburg, Carolina del Sur, pertenece a la automotriz alemana BMW, la que exporta más vehículos a China que cualquier otra automotriz en Estados Unidos.
La planta fabrica SUV de lujo, codiciados por los chinos pudientes por su prestigio alemán y confiabilidad que supera las de las marcas chinas.
Uno de cada cuatro vehículos que salen de su línea de montaje va a parar a China.
Ahora esos 87 mil vehículos podrían estar sujetos a aranceles adicionales que sumarían decenas de miles de yuan a sus ya elevados precios.
La disputa comercial entre Estados Unidos y China se intensificó la semana pasada cuando el gobierno de Donald Trump dio a conocer la lista de productos importados de China por valor de 50 mil millones de dólares a los que impondría aranceles de 25% en represalia por el presunto robo de propiedad intelectual.
China respondió inmediatamente con la amenaza de imponer tarifas a productos estadounidenses por valor de 50 mil millones de dólares, incluidos los autos.
Si los dos cumplen con sus amenazas, las fábricas alemanas de autos de lujo sufrirán las mayores consecuencias. Las automotrices estadounidenses y japonesas producen la mayor parte de lo que venden en China en el propio país.