España entra en zona de pánico



La alegría de ganar la Eurocopa de fútbol y el balón de oxígeno de los acuerdos alcanzados en la Cumbre Europea de la semana pasada han durado muy poco.

Tan solo una semana después de que los líderes europeos acordaran una serie de medidas para aliviar las tensiones financieras en la zona euro, la deuda española entró nuevamente en “zona de pánico”, con el interés del bono a 10 años en un nivel crítico de 7%, el riesgo país en los 563 puntos básicos y la Bolsa de Madrid con pérdidas de 3%.

Se considera zona de pánico cuando los intereses de la deuda de un país europeo alcanzan niveles tan insostenibles que le resulta demasiado costoso financiarse en los mercados de deuda, viéndose obligado a solicitar un préstamo –también llamado rescate– de las instituciones europeas a cambio de aplicar las duras medidas de recorte del gasto público.

Las tensiones de la deuda española empeoraron luego de que el Banco Central Europeo (BCE) situara los tipos de interés en un mínimo histórico de 0.75% para atajar el peligro de recesión en la eurozona, pero no anunciara la compra de deuda soberana de las economías acosadas por los mercados.

El riesgo país y la rentabilidad de la deuda española regresaron a los niveles que estaban antes de la Cumbre Europea, en la cual el presidente español Mariano Rajoy alertó de que España no podría seguir financiándose con estos intereses.

De poco han servido los durísimos recortes al gasto público realizados por España e Italia (cuya prima de riesgo también se disparó el viernes) para calmar a los mercados, que están pidiendo “más reformas estructurales”, mientras que desde las autoridades europeas tampoco ha habido ningún pronunciamiento que haga vislumbrar la luz al final del túnel.

Trasfondo político

Detrás de esta crisis, aparentemente financiera, existe un trasfondo político, que pone de manifiesto la profunda fractura existente a lo interno de la Unión Europea entre la Europa deudora del sur y la Europa acreedora del norte. Esa Europa acreedora, representada principalmente por Alemania y los países nórdicos, ha impuesto durante los últimos años una política económica basada en el control déficit, aun a costa del crecimiento económico.

En tanto, los países del sur de Europa, apoyados ahora por la nueva Francia social-demócrata de François Hollande, piden estímulos al crecimiento, mayor protagonismo del BCE y una mutualización de las deudas, eufemísticamente llamada “solidaridad financiera”.

Para Alemania, esta crisis de deuda representa también un instrumento de presión política para legitimar la necesidad de más reformas estructurales y forzar a Francia a que ceda más parcelas de soberanía a Europa, apunta Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano, un think tank de referencia en Madrid.

También hay que entender, sostiene Steinberg, que para la mentalidad de Europa continental, los mercados no tienen que marcar la forma y los tiempos de las decisiones económicas, a diferencia del capitalismo anglosajón, en el que Wall Street y la City influyen fuertemente en la política económica.

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