En Japón, vender analgésicos era complicadísimo. Hasta que los baby boomers descubrieron que los analgésicos podían calmar el dolor de la artritis, las neuropatías diabéticas y los estragos del cáncer.
Ahora se está disparando la demanda y los laboratorios están presentando nuevos productos en un mercado donde el consumo per cápita de opioides es el cuarto más bajo del mundo desarrollado.
La venta de remedios con receta para el dolor crónico en Japón aumentará 62% a mil 700 millones dólares en los siete años hasta 2025, afirmó Fuji Keizai Co., una firma de investigación de mercado con sede en Tokio.
A diferencia de Estados Unidos, cuyo presidente, Donald Trump, declaró emergencia nacional la epidemia de opioides, Japón era reacio a los narcóticos debido a leyes restrictivas y el estigma de la adicción.
Pero los que sufren dolores crónicos están exigiendo un alivio, y las autoridades están haciendo más por ayudarlos, especialmente porque los trabajadores no son económicamente productivos cuando los atormenta el dolor.
“Hoy la gente que sufre dolores los tolera menos que la generación más vieja”, dijo Tsutomu Suzuki, profesor emérito de Investigación sobre Adicciones de la Universidad Hoshi en Tokio.
Shionogi & Co., que vende OxyContin en Japón, presentó una solicitud para usar ese remedio para el dolor crónico tras un pedido de un panel del Ministerio de Salud, y en marzo del año pasado se aprobó el antidepresivo Cymbalta como tratamiento para el dolor de espalda crónico.
En febrero, la empresa con sede en Osaka le compró los derechos de venta de Methapain, o metadona, a Teikoku Seiyaku Co., y en marzo le aprobaron Symproic para tratar la constipación inducida por opioides. Daiichi Sankyo Co. comenzó a vender una versión genérica de OxyContin en marzo y obtuvo aprobación para vender los analgésicos para el cáncer Narurapid y Narusus en Japón en junio tras la creación de un programa financiado por el gobierno para apoyar a los pacientes.