Panamá ha asumido el compromiso internacional de acabar con el hambre y la malnutrición al año 2030. Para lograrlo, se debe garantizar en la próxima década la seguridad alimentaria y nutricional de 400 mil panameños que, al día de hoy, no logran cubrir sus demandas alimentarias.
La baja talla para la edad afecta a 2 de cada 10 niños menores de 5 años, pero en las áreas comarcales este problema afecta a 6 de cada 10 niños; y en este grupo de edad, el exceso de peso afecta a uno de cada 10 niños. En adultos, la situación es crítica, con más de la mitad de la población afectada por el exceso de peso. Una investigación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) para los ministerios de Salud y Educcación reveló que cerca del 30% de los niños en las escuelas presenta exceso de peso. Estos datos son realmente preocupantes y merecen la atención de las autoridades gubernamentales.
En ese sentido, el país ha impulsado varias iniciativas para combatir la malnutrición desde las escuelas; sin embargo, la revisión y actualización del programa de alimentación escolar (PAE) no ha sido realizada. La ley que establece el programa de distribución del vaso de leche y la galleta nutricional o crema enriquecida en todos los centros oficiales de educación preescolar y primaria del país data de 1995. Dada la situación de malnutrición del país, se hace urgente una actualización de la normativa de la alimentación escolar cónsona con las metas de la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
El PAE de Panamá debería alinearse a las directrices nacionales en materia de alimentación saludable. Las guías alimentarias deben orientar el diseño de los menús escolares, haciendo necesaria la inclusión de todos los grupos de alimentos, a la vez que se refuerzan los hábitos y conductas alimentarias y de estilos de vida más saludables. Con esta actualización se daría cumplimiento además a los artículos 56 y 110 de la Constitución Política de la República de Panamá, que establecen el derecho a la salud, a la educación y a la alimentación de los niños; así como al desarrollo de una política alimentaria integral que fomente la salud.
Además, la revitalización de la alimentación escolar vinculada con compras de productos locales y frescos a los pequeños agricultores, como está planteado en el programa “Estudiar sin hambre”, tiene un gran potencial para incrementar la diversidad alimentaria y dinamizar la economía de los territorios. La FAO contribuyó al fortalecimiento de Programas de Alimentación Escolar en 13 países de la región y actualmente cuenta con una iniciativa de apoyo a los países del Sistema de Integración Centroamericana para la vinculación de la agricultura familiar a estos programas.
Este enfoque permite ofrecer alimentos frescos y nutritivos locales a los escolares; mejorar la aceptabilidad y la pertinencia cultural de la alimentación escolar, reduciendo los desperdicios y haciendo uso eficiente de los recursos. También permite mejorar la inclusión social y productiva de los grupos más vulnerables.
El autor es Oficial de Nutrición de la FAO para América Latina y el Caribe