A la sombra de un volcán salpicado de nieve en un rincón de la Isla Norte de Nueva Zelanda, una vasta extensión de tanques de acero inoxidable, chimeneas y gigantescos depósitos es el emblema del dominio del pequeño país en la lechería mundial.
Hasta hace poco, la fábrica de Whareroa era la mayor en su tipo, ya que producía suficiente leche en polvo, queso y crema para llenar más de tres piscinas olímpicas por semana.
La planta ha contribuido a hacer de su propietaria, Fonterra Cooperative Group, Ltd., el primer exportador de lácteos del mundo y de sus proveedores agrícolas uno de los mayores beneficiarios de la creciente avidez de leche de China.
Ahora, ante una reducción de la demanda china que ha debilitado el precio de la leche y contribuido a dejar en rojo al 80% de las granjas lecheras de Nueva Zelanda, la fábrica simboliza el esfuerzo de Fonterra por trepar en la cadena de valor.

