Alguna vez Ford Motor Co. intentó diseñar una serie de autos compactos que requerían poco combustible para competir con los productores japoneses, pero prefirió abortar el proyecto.
Ese intento por diseñar otros autos dice mucho sobre por qué los fabricantes de Detroit tienen una situación tan crítica, que podrían estar a meses de la bancarrota.
Los líderes demócratas en el Congreso solicitaron al gobierno del presidente George W. Bush una ayuda mayor para la debilitada industria automotora estadounidense, que se ha quedado casi sin dinero ante la mayor caída de sus ventas en 25 años.
La presidenta de la Cámara Baja Nancy Pelosi y el líder de la mayoría en el Senado Harry Reid afirmaron en una carta al secretario del Tesoro Henry Paulson, que el Gobierno debería considerar ampliar los propósitos del plan de rescate por 700 mil millones de dólares para incluir a las compañías automotoras.
Los críticos afirman que durante años los líderes de Ford Motor Co., General Motors Corp. y lo que es ahora Chrysler LLC fueron torpes para lidiar con los sindicatos, no invirtieron suficiente en los nuevos productos, cedieron el mercado a los fabricantes japoneses y estaban mal preparados para el aumento inevitable en el precio de la gasolina, que hará obsoletas las camionetas y autos deportivos.
“Han pasado 30 años de negación”, dijo Noel Tichy, profesor de negocios de la Universidad de Michigan, quien trabajó en el programa de liderazgo para General Electric y consultor de Ford.
“No trataron de ser competitivos, no atendieron los asuntos de los sindicatos, las estructuras de costos desde hace tiempo y todo lo que hace exitosa a una compañía” agregó.