La artista Candy Chang llevó a cabo una instalación interactiva llamada: “La Escuela del Futuro”. La instalación lucía como un salón de clases vacío con un pupitre en el medio y rodeado de globos rojos. La idea era que los participantes tomaran los globos rojos y escribieran qué les hubiera gustado aprender cuando estaban en la escuela. Más de mil respuestas fueron documentadas y variaban desde: cómo ser tú mismo hasta el valor de viajar o cómo presupuestar para la vida diaria.
Hace dos semanas, tuve la reunión de 10 años de graduados con mi promoción. Allí pensé que han pasado 10 años desde la última vez que escribí en un pupitre: “Stefy was here. Prom, 2006”. Desde que me gradué, nuestro sistema solar perdió un planeta y nuestro país inauguró una provincia. Plutón y Panamá Oeste son parte de mi lista de “cosas que no aprendí en la escuela”, aunque definitivamente no la encabezan. Si tuviera que escoger tres cosas que me hubiera gustado aprender antes, creo que serían:
1. Tu destino no está escrito: Yo era una buena estudiante, pero creo que eso me hizo estresarme más de lo que me hizo esforzarme. De igual manera, haber sido una buena estudiante no me ayudó en ningún momento a saber qué quería hacer con mi vida, y mucho menos a hacerlo. Por eso, a los estudiantes buenos les advierto: no tienen nada asegurado. Asimismo, a los estudiantes no tan buenos les confirmo: no están en desventaja. Graduandos, no confundan los reconocimientos con logros ni la falta de ellos con falta de capacidad. La diferencia entre capacidad intelectual e interés intelectual se reconoce cuando salimos de la escuela, y encontramos nuevos temas que nos apasionan y nuevas maneras de aprenderlos. Tu destino no solo no está escrito a los 18, sino que qué tan bueno eres leyendo, memorizando y contestando exámenes no lo escribe en ningún momento de tu vida.
2. Cómo resistir la urgencia de definirlo todo: A los 18 años, llenos de miedos y llenos de sueños, podemos tener ganas de definirlo todo ya. Permítanse sentir: “todavía no”. La vida da muchas vueltas y no importa qué tantos planes armemos, a los 18 años es casi imposible predecir dónde vamos a terminar y cómo van a resultar las cosas. Pero es estando abiertos a esos giros y a todos los cambios inesperados que nos damos el chance de verdaderamente ir incorporando en nuestras vidas las oportunidades que van apareciendo y las lecciones que vamos aprendiendo en el camino.
3. La importancia de empezar proyectos: Aunque todavía no empezarán ni podrían empezar los proyectos de sus vidas, no significa que no pudieran empezar algún proyecto. La manera de empezar a descubrir qué queremos hacer con nuestras vidas no es decidirlo para definirlo. La manera es explorarlo a través del trabajo. La claridad solo viene de la acción. Aprovechen los meses que tengan de vacaciones para trabajar. O encuentren una pasantía, un voluntariado o un trabajo de medio tiempo que puedan llevar a cabo a la par de sus estudios. Solo trabajando podrán encontrar un problema para luego resolver o al cual enfocar sus nuevas ideas a nivel universitario. Y de ser posible, luego de trabajar podrían empezar un proyecto para resolverlo. Emprender proyectos en la escuela y en la universidad reduce el nivel de riesgo y es un espacio ideal para experimentar. Además, estamos en la situación ideal para recibir realimentación gratuita acerca de qué funciona y qué no funciona de nuestros proyectos. Poner un proyecto en marcha nos enseña acerca de nosotros mismos y de cómo funciona el mundo, más que cualquier curso.
Me despido, desde el futuro. El futuro está bien. Los profesores siempre nos amenazan con estar preparados para “la vida real”, pero no hay manera de dominar la vida real más que viviéndola.
¡Suerte a todos en esta nueva etapa de sus vidas!
Nota: Una versión de este artículo fue publicada originalmente en febrero de este año, pero lo vuelvo a compartir días después de la graduación de mi hermano menor y sus amigos, a quienes dedico este artículo.