Odette Cortez vive la panameñidad. Creció entre músicos y folcloristas, así que desde pequeña siempre tuvo ese apego hacia lo autóctono. Después lo estudió, lo analizó, lo refinó y lo incorporó a sus danzas. A sus 30 años, es una de las bailarinas principales del Ballet Folclórico de Panamá. También es una de las socias de una academia de baile y dirige su propia productora.
La academia de baile que dirige Cortez, junto con otros siete socios, está en Villa Lucre. Se llama Dancetown y se mudaron hace apenas unos meses. Antes estaba en Brisas del Golf. Y eso es una de las cosas que más feliz hace a Cortez. “Para este lado de la ciudad hay pocas oportunidades para aprender a bailar”, dice.
Ella está a cargo de enseñarle ballet a niños y niñas de cuatro y cinco años. Los atiende por las tardes. Durante la mañana, se dedica a su productora OMC3, que fundó hace tres años, justo un poco después que Juan Carlos Varela se convirtiera en presidente de la República. No es que tuviera algo que ver, ni mucho menos, pero es que el día de la toma de posesión ocurrió algo que le abrió los ojos para lanzarse al mundo del emprendimiento. Cuenta Cortez que por esos días conoció a Ma Ying-jeou, entonces presidente de Taiwán y quien vino a Panamá a felicitar personalmente al nuevo mandatario panameño. El líder asiático quiso conocerla a ella y a su grupo, pues unos meses antes habían viajado a Taiwán a representar a Panamá.
“Ha sido una de las mejores experiencias que he tenido”, dice Cortez con sonrisa de ilusión. Viajó con otros seis panameños y dieron 53 conciertos en toda la isla. Todos diferentes el uno del otro, y todos producidos por ella. Y al conocer a Ying-jeou: clic.
Odette Cortez
Bailarina, folclorista, productora.
Su experiencia como productora venía de los medios tradicionales, por llamarlos de alguna manera. Canales de televisión en los que cargó cables, hizo VTR y produjo noticieros. Llegó a ese mundo después de estudiar una licenciatura en producción de radio y televisión. Lo hizo por obediencia, ya que sus padres, principalmente su papá, Ormelis Cortez, la invitaban a estudiar algo que no tuviera mucho que ver con las artes.
Lo decía por experiencia propia. Ormelis Cortez es acordeonista de los buenos y lleva décadas en la escena musical panameña. Su padre, Colaco Cortez, fue violinista y mejoranero. Folclorista de pura cepa. Autor, junto con Ricardo Fábrega, de la famosa tamborera Guararé. “Viajando por Guararé, la tierra del chucu chucu, en un sillón de bejuco, solito me acomodé”, dice su primera estrofa.
Y entonces Odette Cortez fue por su diploma de producción televisiva y radial. Se graduó con el primer lugar y por allí mismo se matriculó en la Escuela de Danza de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Panamá. Debía atender el llamado de la raíz.
CUESTIÓN DE IDENTIDAD
Amar el folclor es ser patriota. Así lo da a entender Odette Cortez, quien reconoce que en los últimos años ha sentido un repunte en comprender las tradiciones autóctonas panameñas, aun cuando la materia ya no sea incluida en todos los colegios.
“Hay que inculcarles el folclor a los jóvenes, porque nadie ama lo que no conoce. No solo con las danzas y la música, sino también artesanías, cuentos, y, principalmente, la vivencia de los campesinos. El folclor debe pasar de generación en generación”, explica, casi como si fuera una antítesis de la campaña en la que el amor por la patria era una foto de una playa o de una montaña.
Cortez añade que hoy día también se vive una mayor integración de las tradiciones panameñas, ya que se han integrado las culturas indígenas y negra a la concepción nacional. “El folclor no es solamente la pollera santeña, cada provincia tiene lo suyo. Me siento igual si me pongo una pollera, una paruma o la falda congo”, asegura.