Nuestro tiempo está acompañado de importantes retos para las organizaciones, independientemente de su naturaleza o tamaño. Empresas privadas, instituciones públicas, oenegés o multilaterales enfrentan un entorno cada vez más complejo, con mayores presiones de la sociedad en materia de transparencia, nuevos marcos regulatorios y exigentes retos para la competitividad, que implican apertura al cambio e innovación constante.
La adaptación o la anticipación al cambio se expresa en decisiones gerenciales que afectan el status quo, algo que a la mayoría de las personas no les gusta. Estas decisiones suponen alianzas entre empresas, fusiones y adquisiciones, implementación de nuevas tecnologías para lograr eficiencias, desinversiones, cambio en el modelo de negocios, reestructuraciones, expansión geográfica y nuevos mercados, entre otras.
Por ello, la gestión del cambio en las organizaciones es uno de los procesos más importantes en la actualidad, se trata de mover a la organización de un estado “A” a un estado “B” y lograr el compromiso de la gente. La gestión del cambio busca crear las condiciones favorables y generar conocimiento, confianza, comprensión y aceptación del proceso evolutivo por parte de la gente, como una condición para crecer y competir.
En los últimos 10 años Panamá ha visto cambiar de forma importante su entorno corporativo. La entrada al país de un número importante de organizaciones y empresas multinacionales a través de leyes especiales, como la Ley 41 de 2004 para Panamá Pacífico, la Ley 41 de 2007 que abre la puerta para atraer empresas sedes multinacionales o la ley que ampara a la Ciudad del Saber, constituyen legislaciones avanzadas y modernas muy exitosas, que a su vez han cambiado la configuración de la actividad empresarial en el país incorporando más y mejores prácticas gerenciales, transferencia tecnológica, desarrollo del talento humano y una mayor competencia.
También son de dominio público los procesos de fusiones y adquisiciones de importantes empresas nacionales de larga tradición y la creación de nuevas empresas por parte de nacionales y extranjeros que compiten en nichos específicos.
Hay un proverbio holandés que dice: “No puede impedirse el viento. Pero pueden construirse molinos”. De esto se trata la gestión del cambio, de capitalizar las oportunidades que el entorno ofrece, pero para llegar allá hay que lograr el compromiso de la gente para construir los molinos y este es el mayor reto.
La mayoría de los procesos de gestión del cambio son afectados y fallan por el boicot de los propios colaboradores, que asumen el cambio como una amenaza. De allí que todo proceso de cambio debe contar con una clara y consistente estrategia de comunicación, que permita orientar a la gente por el camino de la transformación organizacional. La comunicación es la brújula que guía a las personas para afrontar los nuevos retos y las nuevas realidades. Sin comunicación efectiva el cambio es lento, ineficiente e improbable.
En los procesos de cambio organizacional aplica la frase que utilizan como mantra los sherpas al subir al Everest: “la meta es el camino”. Hay que tener claro el objetivo y la visión de lo que se quiere lograr, pero la meta se alcanza cada día haciendo lo que se tiene que hacer, manteniendo y compartiendo el enfoque estratégico y el compromiso de la gente, el espíritu de equipo, valorando y apoyando a los que tienen miedo y ofrecerles las herramientas necesarias para avanzar y, por supuesto, un liderazgo que sepa nutrir a la organización a lo largo del proceso.
