Apenas aterrizó en Beijing la semana pasada, la presidenta argentina, Cristina Fernández, comenzó a elogiar los nuevos acuerdos con la que describió como la primera economía del mundo, incluidas desde dos propuestas de plantas nucleares hasta la exploración espacial conjunta.
La economía argentina se contrae y los dólares escasean, por lo que Fernández fue en busca de ayuda a China, que ya le ha prestado 14 mil millones de dólares a su país desde 2007. Al finalizar su viaje anunció una serie de nuevos pactos comerciales, entre ellos la venta de más carne a los chinos.
Argentina confirma su presencia e importancia en la primera economía del mundo, dijo la mandataria.
El viaje y el entusiasmo mostrado por Fernández ponen de manifiesto el creciente papel que está asumiendo China como prestamista de último recurso de América Latina. Beijing ha pasado a ser destino frecuente para los presidentes de la región, especialmente los populistas, que en la última década gastaron libremente y ahora hacen frente al derrumbe de los precios del petróleo y de otras materias primas que exportan sus naciones.
Mientras que los prestamistas de Estados Unidos y Europa se han distanciado de países riesgosos, o han exigido reformas económicas y políticas a cambio de los créditos, China ha enviado más de 100 mil millones de dólares sin fijar demasiadas condiciones ni abogar por los derechos humanos o por mejores formas de gobierno.

