Industrias enteras, desde los textiles hasta los juguetes, prácticamente se han extinguido en Estados Unidos cuando los fabricantes se mudaron al exterior en busca de costos más bajos y fueron arrasados por una ola de importaciones.
Algunos productos ya no son ‘Made in America’.
Otros sí --pero los fabrica apenas un puñado de pequeñas empresas, o quizá solo una. Sobreviven en su mayoría por los pelos en un mundo donde a los compradores les interesa más el precio que el país de origen.
Sus historias ponen en evidencia el desafío de producir localmente --en momentos en que el presidente Donald Trump lo impulsa-- y también que no es imposible. Dubuque Clamp, en Iowa, tenía una economía industrial próspera hasta los años 1980. Ahora, no tanto. Keith Clark todavía está allí, fabricando abrazaderas para carpintería, como lo ha hecho durante cuatro décadas.
La compañía de la que es copropietario con su esposa, Edna, tiene ventas anuales de 500 mil dólares, con clientes de Alemania a Corea del Sur. Clark, de 72 años, rechaza nuevos pedidos, en parte porque una gran porción de la cadena de abastecimiento de la que depende se trasladó al exterior.
Tornillos y resortes pueden tardar semanas en llegar. Con frecuencia, termina fabricando sus propios repuestos. Por eso va a ser difícil que la industria vuelva, dice Clark. En American Mug & Stein Co. todo se hace a la vieja usanza, dice su propietario Clyde McClellan, de 68 años.
No son grandes volúmenes ni es mecanizado. Quince empleados --en comparación con 35 en los días de gloria de la empresa-- moldean jarros de cerámica a mano, luego los barnizan y los cuecen en hornos.
Hay arcilla rica en la zona cercana a la base de American Mug en East Liverpool, Ohio --famosa en el siglo XIX como la capital nacional de la alfarería.
La competencia extranjera trajo aparejada una erosión constante, y la última recesión significó otro golpe. American Mug y otra empresa son las únicas que resisten en la ciudad.
McClellan, veterano con 44 años en el sector, compró la compañía en 2009. Luego, en 2011, llegó Starbucks Corp. La cadena de cafeterías desarrollaba una campaña para promocionar productos estadounidenses, que la llevó a McClellan. “Starbucks apareció de la nada” y de pronto había esperanza y más pedidos que nunca, recuerda.