Las autoridades chinas presenciaron el año pasado la salida de $1 millón de millones.
Ahora los inversores globales se preguntan qué hará al respecto el equipo económico del presidente Xi Jinping.
Una opción es amurallar la economía de más de $10 millones de millones con nuevos y amplios controles de capital. Es el equivalente económico de romper el vidrio y hacer sonar la alarma, y hay quienes lo proponen.
Uno de ellos es el gobernador del Banco de Japón, Haruhiko Kuroda, que llamó la atención en Davos la semana pasada al instar a China a imponer controles de capital para detener la fuga. China recibe muchos consejos en los últimos tiempos. Sus socios comerciales, entre ellos Japón, y los productores de materias primas de todo el mundo tienen mucho interés en que China haga una transición fluida de una economía exportadora veloz a una más sostenible basada en servicios y gasto en consumo.
Pero la transición no es fácil. China crece al ritmo más lento desde 1990, y sus mercados bursátiles en Shanghái y Shenzhen han experimentado en enero grandes y sucesivas liquidaciones que han desvanecido $1.8 millón de millones. Tampoco hay soluciones rápidas por parte de las autoridades, que ya han impuesto reglas estrictas sobre los flujos de dinero.