Rumbo a la remota y helada Antártida navega el rompehielos insignia de Argentina, el Almirante Irízar, restaurado tras un incendio y que zarpó en misión científica y de abastecimiento.
La ocasión, sin embargo, no dio para festejos debido al dolor por el submarino ARA San Juan, perdido en el Atlántico Sur desde noviembre.
Un incendio en alta mar destruyó al Almirante Irízar casi por completo en 2007. Pero se hizo el esfuerzo de resucitarlo: Argentina tiene 13 bases en el continente austral y el barco es clave para alcanzarlas.
No llegará a todas, pero sí a muchas, incluso a las temporarias de verano, dijo a la Fernanda Millicay, jefa de la Dirección Nacional del Antártico, que coordina la actividad argentina en ese territorio.
Explicó que hay un interés estratégico, político y jurídico porque hay un reclamo de soberanía. Ese gran despliegue logístico satisface la realización de la ciencia, pero la ciencia también obedece a esos criterios.
Argentina y otros seis países: Australia, Chile, Reino Unido, Francia, Noruega y Nueva Zelanda reclaman soberanía sobre el continente de hielo. Las ambiciones quedaron suspendidas en 1961 por el Tratado Antártico.
Para eso, tenemos que mantener la influencia en decisiones que se basan fuertemente en la ciencia. Hay que tener un programa científico intenso, dijo la directora.
Unos 150 profesionales estuvieron manos a la obra para que el Almirante Irízar recobrara vida, contó a la AFP Jorge Arosa, presidente del Complejo Industrial y Naval Argentino (Cinar).
En total fueron 1.3 millones de horas-hombre de trabajo, precisó. En los galpones donde estacionan las naves en cuidados intensivos, el calor de media tarde en pleno verano es asfixiante.
En la playa de cemento a cielo abierto, frente al muelle del barrio de La Boca en Buenos Aires, un barco espera un nuevo mástil, otro se recompone de un choque lateral y un par, recién pintados, parecen listos para zarpar.
En ese predio estuvo el Almirante Irízar. El astillero Tandanor lo vació, lo volvió a armar y lo mejoró. Es más complejo reparar y modernizar a partir de un casco ya hecho, que construir uno nuevo, dijo Arosa.
La apuesta fue a la industria naval argentina, según el titular del Cinar, que argumentó: Si hoy quisiésemos comprar ese mismo buque en el mercado, deberíamos pagar por lo menos 100 millones de dólares más de lo que en definitiva terminó costando este.
Cuando José Luis Pérez Varela se incorporó como jefe de Pruebas del proyecto Almirante Irízar en enero de 2014, el buque estaba completo, con los equipos a bordo, y ya se había empezado el alistamiento final, explicó.
A mí me tocó poner en marcha el equipamiento y ajustar, resumió Pérez Varela.
Fue él quien presentó el buque a la Armada argentina y a la sociedad noruega de clasificación y certificación marítima Det Norske Veritas (DNV). Además, el Almirante Irízar realizó pruebas por río, por mar y en la Antártida al enfrentarse con el hielo. El buque volvió al agua actualizado en materia tecnológica, de seguridad, con plazas adicionales para pasajeros y un mayor espacio de investigación que pasó de 70 a 400 m2.