Cuando John F. Kennedy estaba corriendo para la presidencia de Estados Unidos, comunicó claramente una de sus metas: “Como nación y al cabo de 10 años, debemos aterrizar un hombre en la Luna y traerlo de regreso a la Tierra”. Nación. 10 años. Hombre. Luna. Tierra. Podemos decir que este es un mensaje sin perdedero.
Un chiste cuenta que si un ejecutivo le hubiera comunicado esta misión a su equipo, probablemente hubiera dicho algo como: “Nuestra misión y nuestra visión es convertirnos en líderes de esta industria espacial, al alinear nuestro desempeño para que luego del pasar de un tiempo que consideramos prudente, tal como lo fuera una década, debemos aterrizar a un ser humano del género masculino en aquel satélite que orbita la Tierra, y traerlo de regreso a este planeta utilizando toda la tecnología punta de lanza que nos diferencia de la competencia”.
Por alguna razón, el lenguaje corporativo se ha vuelto la norma a la hora de comunicarnos de manera escrita en el trabajo y para los presentadores de noticias en la televisión (por ejemplo).
El lenguaje corporativo es la jerigonza del mundo burocrático. Se refiere a la construcción de frases complejas que distraen del mensaje real. El lenguaje corporativo usa: frases prehechas, grandilocuencia y eufemismos. Aunque el lenguaje corporativo intenta “proteger” el estándar de la comunicación comercial, de muchas maneras la entorpece.
Primero, oculta la voz real del emisor. Al utilizar frases prehechas, todos quedamos sonando como robots pseudohumanos en vez de como nosotros mismos. Segundo, crea un mensaje ambiguo y difícil de entender. La grandilocuencia y los eufemismos muchas veces pueden significar cosas distintas para el emisor y el receptor, o bien ser desconocidas para el receptor.
Tercero, supone una pérdida de tiempo para quien escribe y para quien lee el mensaje.
Kurt Vonnegut tiene una famosa lista de ocho consejos para escritores. Uno de esos consejos dice: “ Todas las oraciones deben cumplir una de dos funciones: o revelar al personaje o avanzar la trama”. Esta originalmente era una técnica para la escritura creativa, pero se puede aplicar a la escritura de correos electrónicos.
Todas las oraciones en un correo electrónico deben: o explicar por qué se ha enviado el correo o detallar cuál es la acción que se debe tomar a partir de haber recibido ese correo. Debemos eliminar cualquier otra oración que solamente esté allí para decorar, rellenar espacio o “sonar profesional”.
Las palabras tienen el poder de romper y reparar. Si las usamos correctamente, podemos inspirar acción y avanzar la trama hasta cumplir todas nuestras metas.
La autora es promotora de emprendimiento.