El nombre de la nueva consola de Nintendo no deriva de su principal función. Es una súplica: Switch (cambie, en inglés).
Nombre pegadizo, concepto pegadizo. En vez de escoger entre una máquina que se conecta a la TV y un dispositivo manual, el Nintendo Switch ofrece ambas cosas.
En lugar de matar bestias desde la comodidad de sus sofás, los fanes pueden sacar una unidad parecida a una tableta de su horquilla de acoplamiento, pasarla a un dispositivo portátil y salir al aire libre, donde pueden proseguir la batalla desde un banco de plaza.
En un video de tres minutos la empresa japonesa lo promocionó con vigor para una multitud de jugadores que supuestamente no quiere elegir entre jugar videojuegos y sacar a pasear al perro o ir a una fiesta en una terraza.
En cuestión de 12 horas, el video fue reproducido 5 millones de veces en YouTube, obtuvo más de 270 mil pulgares levantados y 81 mil comentarios.
También recibió 9 mil pulgares abajo, una cantidad bastante grande de opiniones negativas para una consola de videojuegos. Los inversores comparten ese sentimiento e hicieron caer 7.1% las acciones de Nintendo este en las operaciones en Tokio.
Esto me recuerda un día hace cuatro años, cuando Asustek presentó su PadFone, una tableta con un smartphone que se deslizaba y creaba dos dispositivos en uno. Los ejecutivos estaban eufóricos por lo brillante que era.
La muchedumbre soltó una carcajada (y no en un buen sentido). Sin duda, Nintendo cree que inventó algo genial.
Un dispositivo que puede atraer tanto a los amantes de las consolas como al jugador que juega ocasionalmente en dispositivos móviles podría darle la oportunidad de destronar a las franquicias PlayStation, de Sony, y Xbox, de Microsoft.

