Las noticias falsas (fake news) se han tomado la agenda de opinión pública generando graves distorsiones en la sociedad y en la agenda política y económica de nuestros países.
En conversación en el programa “Radiografía” de Eco TV con Francisco Hernández, experto en medios digitales y el reconocido periodista Hugo Famanía, me pareció importante compartir algunos aspectos que ponen en contexto este serio problema de nuestra era.
El auge de las noticias falsas tiene como catalizador la democratización de los medios, algoritmos cada vez más avanzados empleados con agendas e intereses ocultos, la capacidad de segmentación por microgrupos con intereses comunes que ofrecen las plataformas digitales, la brecha tecnológica intergeneracional y la erosión de la confianza en los actores sociales y las instituciones.
La democratización de los medios es un elemento protagónico de este proceso. Si bien las noticias falsas como práctica de guerra y confusión existen desde tiempos remotos, no es menos cierto que hoy en día cualquier ciudadano cuenta con un poder que nunca antes tuvo: las redes sociales e internet. Hoy cualquier ciudadano es un emisor de información que puede generar una matriz de opinión pública a partir de una información falsa, pero también el auge tecnológico permite al receptor tener un acceso a información nunca antes visto. En este escenario, la velocidad de expansión de una noticia falsa es altísima y los recursos para evitar o limitar su impacto aún se están explorando. Los algoritmos sobre los cuales operan las redes sociales son tan poderosos que si usted se levanta una mañana y abre Facebook, el contenido que ve lo ha seleccionado un algoritmo. En otras palabras, Facebook sabe con qué noticias vas a interactuar más.
Otro aspecto a resaltar tiene que ver con la brecha tecnológica que existe entre las diferentes generaciones. Los adultos mayores están más expuestos y son más propensos a creer y distribuir las noticias falsas que los nativos digitales. Los jóvenes son más agudos y saben hacer un mejor uso de la tecnología, seleccionan mejor sus contenidos y cuentan con más recursos de validación, mientras que los adultos mayores tienden a replicar y compartir más información falsa, sin filtro previo.
Por último, vale la pena retomar algo sobre lo cual he escrito en el pasado. La erosión de la confianza en nuestra sociedad crea un terreno fértil para el desarrollo de las noticias falsas. Vivimos en una sociedad en la que la gente no tiene en quién creer. La credibilidad de los políticos, empresarios y periodistas por solo citar algunos está por el piso. La gente cree solo en aquellas personas en las cuales confía y en este escenario la opinión de una persona cercana vale más que la de un experto o un académico. Esto nos expone a que personas con profundo desconocimiento de un tema se conviertan en líderes de opinión, generando distorsiones sobre la realidad. Es la era de la desconfianza y la posverdad, donde es más importante lo que parece verdad que la verdad y es aquí donde reditúa la manipulación. En fin, educar a la sociedad sobre los riesgos de las noticias falsas, maximizar las capacidades de la tecnología para contrarrestar este fenómeno y fortalecer la confianza en las instituciones son tareas urgentes para mitigar los efectos de un proceso muy agresivo y creciente, que nos puede llevar a un caos social.
El autor es consultor en comunicación estratégica