Ayer en la mañana me desperté de un sueño bastante gracioso. En el sueño era viernes en la noche y tenía tres eventos: una conferencia, un taller práctico y mi cena de cumpleaños. Y mi yo del sueño, similar a mi yo de la vida real, trató de ir a los tres eventos, quedándose como “hora y media” en cada uno. (Uso comillas porque en el mundo de los sueños habrán sido como tres segundos). Me da algo de risa, pero también me preocupa que soñé que apuré a la gente que me estaba cantando “Feliz Cumpleaños” porque había una conferencia que no me quería perder. Sin siquiera ponerme freudiana para analizar este sueño, creo que mi inconsciente me estaba comunicando algo que no he terminado de aprender en las horas que paso despierta.
Antes de volver a la universidad, pensé que la mejor parte de salir del rango demográfico de 18-25 era que a uno se le iba el “FOMO”. FOMO es un acrónimo que significa “Fear of Missing Out” o el miedo de quedarse por fuera. El FOMO es un sentimiento horrible de pensar que nos estamos perdiendo de algo, que todo el mundo está pasándola de maravilla y nosotros no. Y bueno, yo pensé que pasada la edad en la que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) todavía lo considera a uno un “joven”, el FOMO se me iba a ir. Aunque se fue por un buen rato, me regresó. Y como buena nerd, me regresó para torturarme de que no puedo tomar todas las clases que quisiera. Haciendo mi calendario del próximo semestre, me he preguntado más de una vez si debería tomar el doble de clases y un proyecto de investigación y una pasantía. Además de respetar la regla de que no trabajo los fines de semana y quiero terminar de trabajar a las 7:00 p.m. para poder cenar tranquila.
La respuesta es “no lo sé”. Ustedes lo podrán saber también. En el fondo, todos sabemos que no lo podemos hacer todo. No da ni el tiempo ni la energía. Pero, como dice Rey HS en su artículo “Todo es un trade-off”: “Vivimos y planeamos como si tuviéramos energía infinita y el día tuviera 72 horas… La verdad es que tenemos que dejar ir lo que no es importante y enfocarnos en lo que sí lo es”.
“Enfocarnos en lo que sí lo es”. Esta frase se quedó conmigo porque pienso que parte de nuestra frustración como estudiantes, emprendedores, seres humanos, es que usualmente decimos que queremos algo pero a la hora de la hora, hacemos algo distinto. Soñamos con ser exitosos tipo Beyoncé o Elon Musk, pero jamás aceptaríamos sus regímenes ni sus horarios de trabajo. Pensándolo de esta manera, creo que la ansiedad o el FOMO vienen de tener desalineadas las metas con las acciones que nos llevan hasta allá. Y luego, los vemos a ellos o a ejemplos más accesibles de éxito (cual sea la imagen de éxito en nuestras vidas) y nos preguntamos: ¿por qué yo no? ¿Por qué me quedé por fuera (de esta meta)? Y es entonces cuando hacemos estos planes para días imaginarios de 72 horas.
Creo que la solución, aunque no estoy en ninguna posición para sonar como experta acerca de este tema, viene primero de ser honestos con nosotros mismos. Viene de contestarnos, verdaderamente, ¿qué es importante para nosotros? Más necesario aún, ¿qué estamos dispuestos a hacer para conseguirlo? Porque nada, absolutamente nada, viene de desearlo. Ni ser más exitosos en el trabajo, ni leer más horas al día, ni hacer ejercicio todos los días, ni tener mejor relación con nuestra familia.
Y cuando honestamente reconocemos lo que es más importante para nosotros, debemos estar listos para decirle que no a algo más; para tener el espacio de poner en práctica esa decisión. Aplicando este mismo pensamiento a mi tema de las clases, para mí es importante aprender, pero es más importante disfrutar el proceso. Esto lo tengo que tener en mente e invito a quien se identifique con este tema a tenerlo en mente también. Porque es una injusticia con nosotros mismos escoger lo más importante para nosotros y al final del día, medirnos con una vara de éxito distinta.
*La autora es promotora de emprendimiento