El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. No se cayó solo, por supuesto, este muro divisor fue derribado por manos del Oeste que abrieron el camino para aquellas personas que sufrieron la (mala) suerte de quedar dentro del Berlín oriental, gris y comunista.
La historia de la humanidad ha sido, entre otras cosas, una lucha por derribar muros.
Muros. Obstáculos. Líneas divisorias en contra de personas que, no por decisión sino por suerte, se encontraron en un momento de la historia siendo de la religión equivocada, raza equivocada, género equivocado o bien, dirección residencial equivocada.
Suerte y momento histórico, porque no es lo mismo ser un judío en Hollywood que un judío en Auschwitz; porque no es lo mismo ser un hombre negro de Virginia en 1953 que un hombre negro, estrella de baloncesto, en Chicago en 1998. Suerte porque no es lo mismo nacer mujer en Sierra Leona que en Tunisia, que en Holanda, que en Panamá.
Los temas de derechos humanos no pueden ser analizados por caso específico. Tenemos que pensar en ellos conceptualmente. O aceptamos lo diferente o no lo hacemos. O luchamos por los derechos de todos, incluyendo los de las minorías, o no lo hacemos. No nos podemos poner a escoger cuándo sí y cuándo no. Cuál diferencia o cuánta diferencia acepto. Dice Rebecca Solnit, autora de Hope in Dark Times (Esperanza en Tiempos Oscuros), que una persona libre tiene el derecho de contar su historia en una sociedad, pero una persona valorada encuentra un espacio para esa historia. Y en Panamá nos hace falta abrir espacio para más historias.
Historias de raza, historias de religión, historias de orientación sexual, historias de discapacidad. Nos hace falta avanzar en materia de derechos humanos para todas las minorías no solo para las minorías que no nos incomodan.
A través de la historia derribar muros para avanzar nuestras sociedades ha requerido de dos tipos de personajes. Primero, requiere el personaje de la minoría alborotada.
Alborotada. Exigente. Harta de la discriminación y de no encontrar un espacio para su historia. Dentro del grupo de la minoría siempre hay líderes y seguidores que protestan unidos por la igualdad de derechos para todos. Sin embargo, se necesita también un segundo tipo de personaje. El segundo tipo de personaje es más difícil de conseguir. El segundo tipo de personajes fueron los dueños de la casa donde se escondió Anna Frank, fueron los dueños de las casas del Underground Railroad, fueron los jóvenes que derribaron el muro de Berlín con piedras y mazos. Este segundo tipo de personaje es más difícil de conseguir, porque son los miembros de la mayoría quienes reconocen que por suerte (y no por mérito ni por “estar en lo correcto”) quedaron en el lado ventajoso de la línea divisoria. Y es en reconocimiento de que las cosas no tienen que seguir siendo como siempre han sido, que ese segundo tipo de personaje se une a la lucha de igualdad de derechos para todos.
Este preludio es un llamado de acción para ese segundo tipo de personaje. Vivimos en un mundo donde es muy fácil distraernos y obviar los muros sociales que todavía existen. Vivimos en un mundo donde, aunque no hay problemas para acceder la información demasiada gente se deja llevar por la desinformación. “¿Dónde está tu tolerancia hacia mi opinión?”, me exige alguien en Twitter. He aquí mi respuesta: El mundo solo avanza cuando no toleramos la discriminación ni la injusticia. El mundo solo avanzó al no tolerar la opinión nazi en contra de los judíos, la opinión supremacista en contra de los negros o la opinión machista en contra de las mujeres, ni la opinión en contra de la comunidad LGBT.
Cuando se trata acerca de derechos humanos no podemos jugar el juego de las opiniones. Existen opiniones basadas en más información y opiniones basadas en menos información. Existen opiniones basadas en más prejuicios y opiniones basadas en menos prejuicios. La discriminación no se puede tolerar en ninguna de sus expresiones.
Tenemos que dejar de tolerar la discriminación, la injusticia y la negación de derechos humanos para seguir avanzando la humanidad, derribando un muro a la vez.