El presidente ruso, Vladimir Putin, evalúa la venta de participaciones en algunas de las joyas de su país a compradores extranjeros, a los efectos de obtener fondos para una economía golpeada por el derrumbe de los precios del petróleo y las sanciones en relación con Ucrania. Los inversores tienen sus dudas.
A primera vista, la oportunidad de comprar en firmas como la mayor petrolera del país, Rosneft OJSC, y el monopolio ferroviario Russian Railways JSC, parecería demasiado buena para ser verdad.
Los posibles compradores ven muchos obstáculos que podrían evitar la concreción de acuerdos, entre ellos los antecedentes de Rusia de ventas mal administradas y el incierto papel del Estado en las nuevas estructuras de propiedad.
“Hay que ver para creer”, dijo Pavel Laberko, un administrador de dinero en Londres de Union Bancaire Privée, firma de gestión patrimonial que gestiona alrededor de $90 mil millones.
“Hace años que el gobierno habla de privatización, pero siempre encuentra una excusa para no concretarlo. Considero que hay muchas probabilidades de que no suceda”.
La creciente recesión, el aumento del déficit presupuestario y el hecho de que el crudo Brent ronde los $30 por barril han debilitado una economía dependiente del petróleo y han obligado a Putin, que ha endurecido su control del estado, a evaluar la privatización.
“Rusia permanece abierta a la inversión extranjera y le interesa atraer nuevos socios del exterior”, dijo el vocero del presidente, Dmitry Peskov.