Hace un par de años, me encontraba dictando un taller cuando pausé por un momento e invité a los participantes a hacer preguntas. Alguien levantó la mano y me preguntó: “Estás casada?”, y rápidamente, con una sonrisa falsa en la cara, le contesté: “Una pregunta acerca de pensamiento de diseño, es a lo que me refería”.
La pregunta no fue malintencionada, pero sí fue sexista; y lo sé porque no es la primera vez que recibía esa pregunta mientras trabajaba. En alguna de las ocasiones anteriores, cuando fui lo suficientemente inocente para contestar acerca de mi estatus marital, escuché, por ejemplo: “es que las mujeres como tú usualmente no se casan tan rápido, pero mejor, para que puedas seguir trabajando con tanto entusiasmo por un rato”.
En un país latinoamericano, pequeño y conservador – es una cosa escuchar de tu abuela “¿y tú pa cuándo?”. Es una cosa muy distinta escuchar a completos desconocidos darte “consejos” como: “Tienes que salir los viernes para poder conocer a alguien” o “si no dejas de ser tan exigente nunca podrás tener novio”.
Independientemente de la confianza que uno tenga en uno mismo o de la convicción de casarse por amor y no por apuro; uno se empieza a confundir.
No podía evitar preguntarme si tenía mis prioridades en desorden o si tenía que hacer un mayor esfuerzo por “cambiar” o si era irreal que alguien se enamorara de mí sin querer que fuera menos exigente o ambiciosa. Este artículo es una carta de amor a mí misma cuando tenía 23, 24, 25, 26, 27 y 28 años.
Este artículo es una carta de amor a cualquier mujer, de cualquier edad, que necesite escuchar esto:
1. Querida mujer, empoderada, emprendedora: a ti no te está dejando ningún tren. El tren con el que tanto nos amenazan es un constructo social para presionar a las mujeres a buscar marido. El “tren” como el “cuco” son inventos de los tiempos de antes para manipular a la gente desde pequeña a comportarse de alguna manera. El tren es, además, un invento del patriarcado (una sociedad machista), ya que ni nos dicen bien para dónde es que va ni cuánto cuesta, y solo deja a las mujeres.
2. Querida mujer, empoderada, emprendedora: tus estándares están perfectos como están. Así como ser exigente y ambiciosa en el trabajo es lo que te ha permitido destacarte; así mismo te pasará en el amor. Modificar tu deseo de encontrar una pareja que te comprenda, respete y apoye tal y como eres, sería firmar tu sentencia a la infelicidad. Cada vez que te digan que estás tarde, pregúntate: “¿qué es tarde?”¿Será tarde casarse 10 años después que el resto de tus amigas o ya estar casada, llorando en las noches escondida en el baño porque eres la protagonista de una vida que no se siente como tuya? En el amor a todos nos toca madurar y ceder, pero eso no tiene nada que ver con tener que ser ni buscar a una persona diferente de lo que queremos.
3. Querida mujer, empoderada, emprendedora: el amor llega cuando tiene que llegar. Pasa que algunas personas se encuentran a los 23, perfecto. Pasa que otras personas se encuentran a los 30, perfecto. Pasa que otras se encuentran a los 50 o 60, después de haber tenido otros matrimonios, hijos, casi que otras vidas antes. Y también está perfecto. El amor llega cuando tiene que llegar. Ni antes ni después. Una vez alguien me dijo que las almas gemelas se encuentran en el momento cuando ya ambos han llegado a ser la mejor versión de ellos mismos para entonces poder reconocerse.
Reconocerse. Me encanta.
Para finalizar, quisiera compartirte que este artículo lo escribo al lado de mi futuro esposo. Quien no me encuentra ni difícil ni “pasada de mi fecha de expiración” ni exageradamente ambiciosa. Te juro que casi que ya me había rendido (y sucumbido a la presión social) antes de que él y yo nos encontráramos. Cuando lo recuerdo, me dan ganas de llorar de la felicidad, porque en un universo paralelo si hubiera sido menos terca o si hubiera sido más impaciente, no hubiera encontrado al amor de mi vida.
La autora es promotora de emprendimiento