El viernes pasado participé de una dinámica interesante. Era un reto de diseño.
Un reto de anti-diseño, realmente. En los retos de diseño, la tarea es entender las necesidades de un grupo de usuarios y diseñar el mejor producto, servicio o experiencia posible.
En este reto de anti-diseño, la tarea era igualmente entender las necesidades de un grupo de usuarios pero, en vez, teníamos que diseñar la peor experiencia posible para ellos. Malo con ganas.
A mi grupo le tocó diseñar la peor experiencia posible para estudiantes de maestría estudiando filosofía. Se nos ocurrió que la clase pudiera ser: en un salón caliente, con 200 personas, con el micrófono fallando, y la proyección de Power Point pequeña y distante.
Pensamos que el profesor podría escoger solo a un filósofo y basar la clase entera en él, hacer preguntas y autocontestar antes de que cualquier estudiante respondiera, e irse por tangentes de su vida personal.
Pensamos que la clase debía ser guiada totalmente por el profesor, quien solo les pediría su opinión a los hombres y solo les daría la razón a los que pensaran como él. Horrible.
Otros grupos tuvieron que diseñar lecciones para otras edades. Después de que todos los grupos compartieron su idea de la peor experiencia posible, nos pusimos a reflexionar.
¿Habremos sido los culpables de algunos de esos elementos de anti-diseño en el pasado? En mi caso, no pude evitar pensar en momentos sub-ideales del sistema audiovisual, veces en las que ha hecho calor, veces en las que pude haber escogido un tema según lo que yo consideraba relevante sin proveer otros puntos de vista.
Por más irónico que parezca, diseñar la peor experiencia posible nos puede ayudar a diseñar una buena experiencia. Pensar en elementos que debemos evitar puede ser tan beneficioso para nuestros usuarios como pensar en elementos que sí quisiéramos incluir. Si te animas, puedes realizar este reto de anti-diseño solo o en grupo. Es una buena oportunidad para reunir a las personas de tu equipo y pensar en qué pudieran corregir de su experiencia de usuario.
Si es en grupo, es una dinámica breve que demorar máximo entre 20 y 30 minutos.
1) Divide a los participantes en grupos de 3 o 4.
2) Asigna el mismo o distintos temas a cada equipo. Los temas pueden estar enfocados en distintos aspectos de la experiencia de usuario. Por ejemplo, si están diseñando para una tienda, distintos aspectos pueden ser: el piso de ventas, pago en caja, servicio al cliente por teléfono. Piensa en los distintos aspectos de su negocio para poder asignarlos respectivamente.
3) Cada grupo tendrá 10 minutos para imaginar la peor experiencia posible. Como facilitador, invita a los participantes casi que a exagerar con lo malo de la experiencia.
Deben escribir en un póster los puntos principales de su pésima experiencia. 4) Al terminar, todos los grupos comparten su anti-diseño. Luego, deben reflexionar si algunos de esos elementos existe o cuáles deberían tener presente para evitar.
Una mala experiencia de usuario no es mala, solo ocurre un error.
Usualmente, son una combinación de errores o negligencias que hacen que, como clientes, nos sintamos desesperados o desatendidos. Sin embargo, como emprendedores debemos cuidar cada uno de los pequeños elementos y detalles de nuestra experiencia de usuario porque en cualquier momento se nos juntan, y nuestros anti-diseños no son una dinámica de grupo sino que se convierten en la realidad. Hay muchos aspectos de un negocio que se pueden replicar, pero algo que nadie puede replicar es la atención que les prestas a las personas y a los detalles. Lleva a cabo el reto anti-diseño con tu equipo y empiecen este lunes, ¡con el pie derecho!
La autora es promotora de emprendimiento