Las redes sociales están inundadas de mensajes como: “¡Sigue tu pasión!”, “si lo amas, no se sentirá como trabajo”, “la gente no compra qué haces, sino por qué lo haces”.
El emprendimiento y bien, el crecimiento personal, se pintan en las redes como un premio al otro lado de una puerta. Un premio que ganamos solo al atrevernos a cruzar la puerta. Y, aunque definitivamente, la pasión es un motor de creatividad y productividad, es solo uno de los legos necesarios para armar un negocio.
Esto dicho, se necesita pasión para emprender. La pasión se utiliza como gasolina de automotivación y autogestión.
Emprender y realizar cualquier tipo de cambio requiere tanto trabajo, que sin pasión no sería posible llevar a cabo todas las tareas necesarias. La pasión nos permite querer trabajar, porque nos importa la resolución de un problema sin que alguien más señale o exija trabajo de nuestra parte. Cuando estás apasionado, no te cuesta tanto pararte de la cama en las mañanas, no te importa trabajar hasta tarde, no te importa ir a mil y una reuniones o aceptar mil y una críticas. La pasión funciona como reserva de energía física, mental y emocional para vencer los obstáculos que se te presentan.
Sin embargo, para emprender un negocio exitosamente, no podemos depender solo de nuestra pasión, ya que también se necesita: a) entender las necesidades del mercado, b) visión para ofrecer soluciones nuevas/mejores, c) estrategia para lanzar/mercadear/mejorar constantemente nuestros productos, d) administración de recursos, entre otras cosas.
Ningún negocio sobrevive solo porque sus fundadores están apasionados. Puedes tener el mejor objetivo del mundo, pero si no tienes el mejor negocio, no das la talla.
Lo importante es tener muy claro que trabajar con pasión no significa que cualquier pasión se puede convertir en un negocio.
Los negocios, por su característica principal de compra y venta, requieren que lo que sea que tú hagas, alguien más lo quiera, y que además esté dispuesto a pagar por ello.
En la literatura de emprendimiento, el proceso de emprender empieza con un paso muy importante: identificar un problema.
La teoría explica que entre más grande el problema y mayor el mercado que sufre de él, mejor oportunidad tendría una solución como idea de negocios.
Bill Aulet, profesor de MIT y autor de Disciplined Entrepreneurship, añade que no puede ser cualquier problema, debe ser un problema pagable.
Alguien debe estar dispuesto/deseoso de pagar por lo que tú quieres ofrecer para que tu idea sea, de hecho, de negocios.
Por eso, “negocio” no es el formato adecuado para todas las ideas que despiertan nuestra pasión. Hay ideas de proyectos que suenan muy bonitas e, incluso, que pudieran ser muy importantes en su impacto social, cultural o ambiental. Y hay espíritus proactivos decididos a convertirlos en una realidad.
Sin embargo, por más que te apasione una idea, debes tener la objetividad para saber si esa idea funcionaría más como un hobby o un proyecto sin fines de lucro, que como un negocio.
La manera de hacer la distinción es: a) identificar el mercado, b) calcular el tamaño del mercado y tirar los números para asegurarte de que también sería un negocio rentable antes de tirarte al agua.
Mi intención es poner en duda que la pasión se transforma en negocio, pero no es poner en duda de que necesitamos emprendedores apasionados. Necesitamos emprendedores que tengan suficiente pasión por lo que hacen para que perduren en un camino lleno de obstáculos.
Por eso, en vez de emprender por tu pasión, apasiónate por tu emprendimiento.
Empieza un negocio que resuelva un problema pagable para los demás. Y dentro de ese negocio, apasiónate; por los detalles; por tus clientes; por hacer tus procesos más eficientes.
Trabaja con pasión, pero no dependas solo de tu pasión para que tu negocio funcione. Cárgate de pasión, pero también de paciencia para que puedas armar tu negocio con todos los elementos necesarios.