Los optimistas están de nuevo a cargo después de un avance semanal que empujó al índice S&P 500 la semana pasada a un nuevo récord.
Pero si vemos con más detenimiento, los signos de malestar en el mercado de valores son difíciles de ignorar.
Son visibles en los flujos de fondos, donde los inversionistas están pasando de las acciones estadounidenses al resto del mundo al ritmo más rápido en dos años.
Y los vendedores en corto se están volviendo agresivos, aumentando las apuestas bajistas en tres de los últimos cuatro meses.
Las acciones estadounidenses subieron encabezadas por las compañías telefónicas y los productores de materiales. El índice S&P 500 subió 1%, a 2 mil 438.91 y el promedio industrial Dow Jones subió 0.6%, a 21 mil 204.58. Sin embargo, ninguno de los índices está más de 2% por encima de los máximos históricos alcanzados el 1 de marzo.
En otras palabras, los índices de referencia están en niveles récord, pero tampoco han avanzado mucho desde marzo, uno de los períodos más largos de éxtasis desde la elección de Donald Trump.
A pesar de toda su resiliencia, los inversionistas en acciones siguen preocupados por una economía que recientemente ha dado señales desiguales de su fortaleza, al tiempo que la Reserva Federal se prepara para subir las tasas de interés.
La demanda de vivienda se debilitó más de lo esperado en abril, y aunque los indicadores de manufactura permanecen firmes, una serie de informes sobre la inflación continúa mostrando que el poder de fijación de precios de las empresas es limitado. Es una advertencia de que, al igual que con los precios de los activos, la cuestión clave no es el nivel en el que se encuentran, sino las perspectivas de crecimiento desde aquí, dijo David Kelly, estratega jefe global de JPMorgan Funds.