Desde las 7:00 a.m., trabajadores y estudiantes se apoderan de las calles del barrio. Se desplazan al trote incesante de la ciudad, con mochilas y portaviandas en sus hombros para empezar la rutina diaria. Entre la multitud están los visitantes ocasionales. Los que hacen trámites en el Municipio de Panamá, el Registró Público o los Archivos Nacionales. Están los empresarios con su máxima tribuna: la emblemática Cámara de Comercio. Y los vehículos hormigueando que circulan con afán.
El barrio muere antes de las 7:00 p.m. No hay vida en Calidonia. Resulta paradójico. El corregimiento vertebra el centro de la ciudad y puede catalogarse como la zona más conectada por el transporte urbano, con tres estaciones del Metro para alimentar el ir y venir de la gente. Está la estación Lotería, la Santo Tomás y la 5 de Mayo. El Metro transporta entre 240 mil y 280 mil personas a diario, y una gran mayoría se suben y bajan de los vagones en las estaciones de Calidonia.
Cuando cae el sol, pocas almas deambulan por las calles. Si acaso algunas en pena por la sobredosis de la droga o el alcohol, o los que se escabullen entre los arbustos plantados a propósito para esconder las puertas de decenas de pensiones y moteles, que son una de las mayores apuestas comerciales de la zona.
Análisis demográficos oficiales resaltan que Calidonia ha experimentado una reducción de más de la mitad de su población en las últimas cuatro décadas. La salida de sus residentes llegó acompañada del deterioro de los espacios públicos que en estos momentos se intentan rescatar.
El barrio era lindo. Casas señoriales se apostaron en el sector de La Exposición, un lugar hermoso por demás, el barrio de anchas calles que nació por 1916 con un trazado cuadricular que contenía parques y plazas. La Exposición es el primer sector no colonial de la ciudad donde se conmemoró la inauguración del Canal con el auspicio del presidente de aquella época, Belisario Porras. Tras una transformación decadente de muchos décadas, casi todas las casas se convirtieron en pequeños negocios que alimentan, con sus servicios, a las instituciones que se encuentran allí. Y ahí están la Procuraduría de la Nación, la Gobernación, el Ministerio de Economía y la misma Alcaldía capitalina.
El Municipio de Panamá intenta revitalizar el barrio. Convertirlo en un centro cultural. Un vecindario bohemio y melancólico, donde se alojen galerías, panaderías artesanales, floristerías y farmacias bien dotadas. Un sitio habituado a las expresiones musicales y la buena comida, y preservar lo que ya se encuentra para hacer de la mixtura su esencia. ¿Será posible?
Su logro exige levantar un nuevo plan de ordenamiento territorial que incentive la inversión de cafetines, tiendas de barrio y edificios con los que se pueble nuevamente la zona. El objetivo está mapeado por el Municipio de Panamá y se enfocará en establecer restricciones de altura y en ejecutar un programa de zonificación inclusiva, en el que se incorporen edificios que reserven apartamentos para hogares con ingresos menores a un determinado umbral económico.
Falta llevar el plan de la teoría a la práctica, después de contratar a consultorías que digan específicamente cómo hacerlo. Se reunieron ya con el sector empresarial, y su respuesta fue el interés en sumarse al cambio. Se necesitan las inversiones y los nuevos complejos residenciales que traigan de vuelta al barrio de otrora. Que deje de ser una zona únicamente llena de funcionarios y gente que va de pasada.
Si hoy usted visita Calidonia pensaría que el proyecto es una utopía. A pesar de los cambios que se han hecho, todavía hay desorden vial y autos estacionados en cada acera; construcciones bloqueando paños de circulación vial y comerciantes que se quejan de la inseguridad, la prostitución y el deterioro del barrio. En las principales avenidas se ha dado una "limpieza" del espacio público, pero calles adentro los peatones deben medir cada paso ante la estrechez de las acercas.
La alcaldía empezó por desalojar a los buhoneros de la franja comercial de Calidonia para darles espacio a los peatones. Y ese respiro impensable hace dos años, le dio esperanza a mucha gente. Y, sin embargo, más que un tema municipal, los residentes y pequeños comerciantes se convencieron de la necesidad de un cambio de actitud de los ciudadanos.
En algunas calles se empiezan a ver cambios estructurales. Grandes aceras y la transformación de espantosos estacionamientos en plazas verdes con los aparcaderos subterráneos.
Los comerciantes esperan con ansias los resultados de estos cambios iniciales y que estos se reflejan en sus cajas registradoras. Para que la transformación integral a un corregimiento soñado se haga realidad podrían pasar 15 años.