Vinilos: un ritual que vuelve a sonar

Vinilos: un ritual que vuelve a sonar


La experiencia con los vinilos comienza mucho antes de apoyar la aguja sobre el acetato. Sobre todo en una época en que la digitalización ha hecho de estimular algunos sentidos un acto casi impersonal.

Pero, como todo, como siempre, unos ciclos acaban y otros se inician. Y otros, como ese ritual romántico inmerso en un vinilo, se desempolvan y vuelven a sonar.

Unos acuden a ellos en busca de la calidad más pura y fiel de su sonido; otros se zambullen directamente en el arte de sus portadas y librillos; y habrá quienes “revivan” a algún familiar cada vez que escucha a Los Exagerados, a Leroy Gittens o a Freddie y sus Afro Latinos.

En este contexto, los panameños Jaime Jota Ortiz y Diego Varela son, además de músicos y discjockeys, dos coleccionistas empedernidos que iniciaron un negocio tanto por necesidad como por amor al arte.

Entre los dos suman unos 35 años coleccionando y un catálogo de más de 5 mil acetatos. “Lo que pasa es que el espacio que tenemos es limitado”, dice Ortiz. “Si quiero meter 20 (vinilos), posiblemente tenga que sacar 20”.

El negocio consiste en vender en mercados pop up de la ciudad parte de sus propios inventarios (@necarsvinyl y @elsonidovinyls) y los vinilos que compran y revenden que consiguen a lo largo y ancho del país.

Ambos advierten que siempre están buscando discos. Que todas las semanas visitan gente para dar con ellos: “Ese es el fin principal: conseguir los discos que queremos para nosotros”.

EL VALOR DE LA HERENCIA

“Pero, a raíz de estar buscando y buscando, empiezas a obtener todos estos discos que no quieres, y los tienes en buen estado frente a ti. Te los están vendiendo y, sabiendo que está la posibilidad de que alguien los quiera, los compramos y los vendemos con miras de recuperar dinero para discos que queremos”, explica Ortiz.

Parece, en gran medida, un emprendimiento con un alto valor social y cultural. Sus fuentes son personas que heredaron una provisión de vinilos cuyo valor se percibe al apoyar la aguja del tocadiscos, y que muchas veces no saben qué hacer con ellos: quedan olvidados en un rincón en bolsas plásticas a merced de la humedad y custodiados por bichos. Otros atesoran la herencia dentro de un mueble.

Y son estas personas quienes, a través del “boca a boca”, dan con coleccionistas como Ortiz y Varela que mantienen vivos y circulando decenas de vinilos que no solo cantan historias de la cultura local, sino que permiten percibir la evolución de la identidad musical panameña.

“Entre 1950 y 1975 a Panamá no le ganaba nadie en calidad, variedad, originalidad y fusión”, subraya Ortiz, con la certeza de quien ha dedicado horas y horas a escuchar cada pulgada de los acetatos que consigue.

Varela enseña que “el mp3 (formato digital) suena mucho más opaco y se pierde mucho. Capaz hoy no, pero antes (los músicos) hacían muchas cosas como para rellenar, soniditos en el fondo, y todo eso se pierde con el mp3”.

Llevan un año y medio en esta actividad, y en el público han podido notar el irrefutable crecimiento en el -re- interés por los vinilos, un fenómeno que regresó para quedarse a nivel global: la melancolía en su sonido más puro. Saudade, aduciría algún brasileño.

El romanticismo por los vinilos se nota en quienes aman su calidad o, como relata Ortiz, amigos de él que se sientan a escuchar en tocadiscos con bocinas de mala calidad solo para escudriñar el librillo, aunque sea por quinta vez.

“En el último mercado en que participamos hubo una muchacha que era diseñadora y que fue a comprar nada más por los diseños, para tener los artes”, recuerda Varela.

Además de comprar y revender, Ortiz y Varela decidieron compartir su inventario a través del proyecto “Música vieja, gente nueva”. Allí, ambos discjockean en fiestas exclusivamente con sus vinilos de música panameña, tropical y latina.

También mantienen vivos los sonidos de estos géneros en el programa de radio El sonido es tuyo, que conduce Ortiz en una emisora local.

Al final de la entrevista, Varela enciende sus tocadiscos y comparte el sonido de una porción del inventario que han recolectado. Ortiz anuncia con orgullo que “en algunos años podremos decir que mucha gente hizo su primera compra o empezó su colección con nosotros”.

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