Los recursos hidrobiológicos, incluyendo peces, crustáceos y algas, entre otros, son una fuente de alimento de gran calidad. Estos productos aportan nutrientes de la mejor calidad nutricional, en especial proteínas, ácidos grasos de cadena larga y micronutrientes. Sin embargo, la alta presión por estos recursos y la contaminación de nuestros mares y ríos han provocado una disminución de las poblaciones silvestres, comprometiendo su sostenibilidad.
Afortunadamente, el desarrollo tecnológico ha permitido que algunas de estas especies sean cultivables, contribuyendo así a mantener esta fuente de alimentos de gran valor nutricional y generando, a su vez, fuentes de empleo e ingresos, bienestar social y ahora se perfila también como una herramienta que puede contribuir a desacelerar o mitigar los efectos del cambio climático.
El panel de alto nivel para una economía oceánica sostenible, formado por 14 países, estableció recientemente cinco áreas estratégicas a desarrollar para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Una de estas áreas es, precisamente, la pesca, la acuicultura y el cambio de la dieta. De acuerdo a este panel, con ella se podrían mitigar 0.94 gigatoneladas equivalentes de CO2 al año. Las acciones a esta área estratégica buscan incrementar el consumo de productos pesqueros y acuícolas, en especial los productos que se encuentran en los niveles bajos de la cadena trófica, como son algas, moluscos, peces herbívoros/omnívoros, los cuales pueden proporcionar alimentos nutritivos con una huella de carbono menor. A pesar de contar con amplios recursos para su producción y su buena aceptación en la dieta, Centroamérica es una de las regiones con menor consumo de pescado, que varía entre los 2.5 y los 13 kilogramos per cápita al año, muy por debajo del promedio de consumo mundial de pescado, situado en 20 kilogramos anuales per cápita. Panamá tiene un gran potencial para contribuir a esta estrategia al contar con amplios recursos hídricos y tener el pescado y los mariscos en su cultura gastronómica, especialmente en las áreas costeras. Para ello, sería necesario fomentar un mayor consumo, fortaleciendo las políticas públicas que favorezcan un mayor acceso y producción, así como el mejoramiento de la cadena de comercialización directa del productor, entre otras. De igual manera, podría contribuir a la generación de un mayor conocimiento y concientización de los beneficios ambientales, nutricionales y de salud que el pescado aporta.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) contribuye a estas medidas en la región centroamericana y acompaña a los países en el desarrollo de marcos legales e institucionales, políticas públicas y programas a favor de la sostenibilidad de los sistemas de producción acuícolas desde un enfoque holístico. Fortalecer la acuicultura representa, por tanto, una buena alternativa para fomentar la buena alimentación y nutrición, una actividad económica que está en auge y una forma muy ventajosa de contribuir a la reducción del cambio climático. ¡A comer pescado!
El autor es especialista de Pesca y Acuicultura de la Organización de las Naciones Unidas para la-d Alimentación y la Agricultura (FAO).
