El jueves 29 de julio, Florencio Gueta Vargas se presentó a su turno habitual en una granja de lúpulo en Toppenish, Washington. El padre de seis hijos nunca regresaría a casa.
Era un día sofocante con temperaturas que alcanzaban los 38 grados Celsius en los campos donde Gueta Vargas y otros cuidaban de las plantas que se usan para hacer cerveza. Alrededor de las 3 de la tarde, su jefe lo encontró inconsciente sobre un tractor. Una hora después, fue declarado muerto de una enfermedad cardíaca agravada por el calor.
Gueta Vargas no es un caso aislado. Debido al cambio climático, cada vez surgen más patrones climáticos extremos, como por ejemplo las temperaturas récord que azotan el oeste de Estados Unidos y que han provocado la muerte de trabajadores que plantan y cosechan cultivos. Si bien son difíciles de rastrear, el sindicato United Farm Workers ha identificado tres posibles muertes por calor en los últimos meses.
Laboral. Ingresos
Familias enteras a menudo trabajan juntas en las granjas, por lo que si presentan una demanda, es posible que una empresa no los vuelva a contratar la próxima temporada. A nivel federal, actualmente no hay reglas específicas de la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés) que cubran el estrés por calor, aunque ahora está considerando la posibilidad de crear una norma de seguridad específica, según un portavoz.
Existe la probabilidad de que la situación sea peor fuera de EU, que es el mayor exportador agrícola del mundo y tiene granjas equipadas con las tecnologías más avanzadas, como drones que pueden inspeccionar campos.
En países en desarrollo como India, donde 40% de la fuerza laboral se dedica a la agricultura, el costo de adaptarse al cambio climático con tales herramientas puede ser exorbitante, según Cicero Lima, un economista que ha investigado los efectos del estrés por calor en el trabajo agrícola y los cultivos.
“Si tienes una menor capacidad de adaptación, el cambio climático te afectará el doble, quizás hasta el triple”, señaló Lima. “Con rendimientos de cultivos más bajos, más personas estarán ganando salarios más bajos y pagando precios más altos por los alimentos. En este escenario, el mundo estará más desequilibrado”.
Las muertes por calor evidencian las peligrosas condiciones de trabajo que impregnan la oferta de alimento del mundo, pero que en su mayoría pasan desapercibidas.
Este tipo de peligro salió a la luz el año pasado en EU cuando las abarrotadas plantas procesadoras de carne se convirtieron en focos de contagio de covid-19, lo que obligó a las personas a elegir entre mantener trabajos de bajos ingresos o poner sus vidas en riesgo.
Los trabajadores agrícolas contratados son igual de vulnerables, si no más. Aproximadamente la mitad carece de estatus migratorio legal, y los trabajos intensivos en mano de obra que realizan resultan en poco salario y escasos beneficios.
La mayoría no tiene acceso a una atención médica adecuada. Muchos ni siquiera hablan inglés.
Las personas que trabajan en los campos “están siendo utilizadas como escudo humano para proteger al resto del país contra los efectos más violentos del cambio climático”, dijo Elizabeth Strater, directora de campañas estratégicas de United Farm Workers, en una entrevista.
Golpe de calor
La muerte de Gueta Vargas está siendo investigada por el departamento de trabajo del estado de Washington. Andy Gamache, propietario de la granja de lúpulo, dijo que estaba devastado porque el trabajador de avanzada edad había sido empleado durante décadas. El día que Gueta Vargas se desplomó, Gamache intentó salvarlo realizando resucitación cardiopulmonar antes de que llegaran los médicos.
La empresa, Virgil Gamache Farms, permite que los trabajadores tomen tantos descansos como necesiten cuando hace calor, y las pausas se compensan, señaló Gamache.
La hija de Gueta Vargas, Lorena González, culpa a las condiciones de trabajo en la finca por su muerte.