Cuando una red se pierde o es descartada en el mar, se convierte en una trampa permanente para los organismos acuáticos que se encuentran con ella. La red continúa haciendo su función, pescando bajo la superficie sin que lo que se captura sea aprovechado. Es lo que se denomina ‘pesca fantasma’, un problema que está poniendo en riesgo nuestros recursos marinos.
Se estima que cada año se pierden alrededor de 640,000 toneladas de estas artes de pesca a escala global. Y a medida que la actividad pesquera se expande, el problema crece, afectando la sostenibilidad de los recursos pesqueros y la biodiversidad acuática, más aún cuando las redes fantasmas se quedan en zonas críticas para la reproducción de las especies. Desafortunadamente, este no es el único problema. Estas redes, líneas, trampas y otros aparejos o artes de pesca son fabricados en su mayoría con materiales sintéticos de larga duración y no biodegradables, sumando a la creciente contaminación por plásticos de los océanos y demás ecosistemas acuáticos.
La mayor parte de los aparejos perdidos, abandonados o descartados quedan en zonas cercanas a la costa, no solo compitiendo con la pesca artesanal, sino representando riesgos a la navegación, ya que las hélices de los barcos pueden quedar atrapadas en ellas, llegando a provocar accidentes. Estos aparejos pueden igualmente acabar en la playa, convirtiéndose en un peligro para aves y otras especies costeras, y convertirse en un riesgo para la salud. Una encuesta global realizada recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) reveló que solo el 45% de los países del mundo implementan alguna medida para dar trazabilidad al uso de aparejos de pesca, por lo que es sumamente importante difundir técnicas de marcado, métodos para identificar y remover estos aparejos perdidos o abandonados.
La FAO, a petición de la comunidad internacional, emprendió la elaboración de las Directrices Voluntarias para el Marcado de Aparejos de Pesca (DVMAP) como una primera medida para enfrentar este problema. La lógica detrás de este instrumento es que, en adelante, los aparejos de pesca ostenten marcas diferenciadas que identifiquen a sus dueños, de tal forma que sea fácilmente referible un aparejo que se detecta abandonado para su recuperación. Al permitir identificar a los responsables, este marcado también desincentiva el abandono deliberado.
Estas directrices serán impulsadas en los países de la región a través de un proyecto que ha permitido el desarrollo de un taller técnico y un ejercicio piloto para identificar, cuantificar y remover residuos de artes de pesca hundidas. El taller se desarrolla esta semana en Panamá, con apoyo de la Autoridad de los Recursos Acuáticos de Panamá (ARAP), y participan más de 70 técnicos y representantes de pesca de la región. La capacitación incluye una sesión práctica en aguas panameñas para que buzos obtengan la certificación PADI para recuperar redes de pesca perdidas, abandonadas o descartadas.
Paralelamente a este instrumento, urge emprender campañas de concientización tanto de pescadores, como del público en general, sobre la necesidad de emplear artes de pesca legales, marcadas y fáciles de recuperar en caso de una eventualidad. Nuestros hijos y nietos nos agradecerán haber espantado a este nuevo fantasma de los mares.
El autor es oficial de Pesca y Acuicultura de la FAO para América Latina y el Caribe