Las nuevas tecnologías, internet y los medios sociales han cambiado el entorno y la forma como nos comunicamos, consumimos y compartimos información. Sin embargo, a pesar de que todo parece cambiar a un ritmo acelerado, también es cierto que hay aspectos más estables como lo son el contenido y el diseño.
Estamos en un momento de nuestras vidas en el cual creemos que la tecnología lo resuelve casi todo.
Vivimos una era en la cual educan a las nuevas generaciones de profesionales para ser buenos técnicos. El problema de falta de efectividad en la comunicación estratégica no está en que los canales de comunicación sean tradicionales o digitales, sino fundamentalmente en los pésimos contenidos que se generan a través de estos medios.
Se necesitan más escritores, más poetas, más humanistas, antropólogos, filósofos, sociólogos, soñadores que llenen de pasión, buenas ideas, contenidos valiosos e inspiración a los medios de comunicación. Gente que sepa escribir, contar historias, originales, coherentes y estratégicos. Se necesita gente que sepa vender propósitos e ideales y no productos.
García Márquez, Benedetti o Borges siguen vigentes en nuestro tiempo y sus letras tienen más poder cada día. El acelerado avance de la tecnología nos hace creer que la obsolescencia está a la vuelta de la esquina y no es así, los aspectos fundamentales de la comunicación se mantienen vigentes y no ceden ante el acelerado ritmo de nuestro mundo, porque tienen que ver con el patrimonio de las ideas, los valores universales y el genio creativo que puede perdurar por siglos.
Hoy los influercers están de moda, es la nueva era de los anaqueles vivientes que publican un post con una cartera, al día siguiente con una hamburguesa en la mano y a pocos minutos con una nueva máquina de afeitar. Está bien, no descarto que su influencia en ciertos segmentos puede ser valiosa, el problema va mucho más allá, está el fondo conceptual de una marca, su alma, carácter, estilo, su visión del entorno y el valor que proponen para ser perdurables en el tiempo.
Por otro lado, hemos caído en la trampa de lo efímero. Las redes sociales nos invitan a perder el enfoque de la marca e ir en la dirección del viento, seguir lo que está de moda y en algunos casos hasta perder la identidad. Los contenidos son tan pobres que duran el tiempo que se mantiene el dedo sin tocar el teclado del teléfono y son sustituidos de forma inmediata por el contenido de otro, incluso de la competencia, que también es pasajero como el humo.
Mi opinión es que tenemos que enfocarnos en generar contenido de calidad, dedicar tiempo a profundizar en el valor de las ideas y traducirlas en texto e imágenes perdurables, originales, poderosas, que conecten con el propósito de la marca y las expectativas de la gente. Este trabajo es tan subestimado que son pocas las empresas que están dispuestas a pagar por ello, y por eso vemos las redes sociales y los medios de comunicación corporativa como panfletos redactados por el mismo sepulturero, llenos de frases hechas y lugares comunes como por ejemplo: “agregamos valor al cliente”, “nuestro compromiso con la responsabilidad social”, “queremos construir una visión compartida”, tan elementales y faltas de alma que terminan siendo irrelevantes y poco creíbles.
El autor es consultor en Comunicación Estratégica