Los desastres y los conflictos causan, cada vez con mayor frecuencia y magnitud, incalculable sufrimiento humano en muchas partes del mundo.
Necesitamos más esfuerzos concertados para poner fin a los conflictos y reducir las condiciones de riesgo a las que se enfrentan millones de personas, la mayoría de las cuales son pobres y viven en zonas rurales y marginadas en países en desarrollo.
La reciente adopción de una agenda de desarrollo sostenible para acabar con el hambre y la pobreza, y el acuerdo universal sobre el clima y un nuevo marco para reducir los riesgos de desastres y mejorar la resiliencia son pasos importantes en la buena dirección.
Pero hay que ir mucho más allá y transformar radicalmente la forma en que percibimos e implementamos los esfuerzos humanitarios. Las crisis no son solo situaciones de emergencia humanitaria.
Esto significa que se debe aumentar la resiliencia y el fortalecimiento de los medios de vida de las personas, de manera que también ayuden a reducir el impacto de estas crisis y, cuando sea posible, evitar que se produzcan.
La agricultura y el desarrollo rural son clave para ese fortalecimiento de los medios de vida de los más vulnerables, entre ellos millones de agricultores familiares que son responsables de la producción de una parte importante de los alimentos del mundo.
El sector agrícola, que se lleva casi el 22% de los daños y pérdidas causados por desastres naturales y hasta 85% en caso de sequía, recibe, de media, menos del 4% del total de la ayuda humanitaria. Son datos gráficos de la brecha que hay entre las necesidades y la magnitud de la respuesta.
Invertir en los medios de vida ayuda a combatir las causas fundamentales de los conflictos, reducir el impacto de los choques futuros y evitar una profundización de las vulnerabilidades y la continuación de un círculo vicioso. Ampliar el acceso a los sistemas de protección social es crucial para apuntalar la capacidad de recuperación en la respuesta humanitaria y también en el desarrollo.
En el caso de fenómenos naturales, es de cuatro a siete veces más rentable invertir en la reducción del riesgo de desastres que depender de la respuesta de emergencia.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés) proporciona asistencia humanitaria y para el desarrollo. Creemos firmemente en dar máxima prioridad a la alerta temprana, la prevención y la preparación para salvaguardar los medios de vida, especialmente en las zonas rurales.
Hay evidencias de cómo la inversión en la agricultura ayuda a fortalecer la autosuficiencia y la dignidad de las comunidades rurales vulnerables, reduciendo la necesidad de asistencia alimentaria.
Si queremos hacer frente a las crecientes necesidades humanitarias, tenemos que ir más allá de lo que solemos hacer y gestionar las crisis de manera diferente.