A pesar de estar reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el derecho a la alimentación no ha tenido la misma atención que otros y su impulso se ha debilitado. Hoy en día, ante el aumento del hambre y la obesidad, agravado por el cambio climático, el derecho a la alimentación ya no puede ignorarse.
El derecho a la alimentación está garantizado en numerosos instrumentos internacionales y constituciones nacionales, pero los últimos números de malnutrición muestran que no es suficiente.
Garantizar el derecho a una alimentación adecuada es más que simplemente tener suficiente comida en la mesa. Significa empoderar a las personas para que se alimenten a sí mismas y a su familia con dignidad. Se trata de garantizar que todos los niños en todo el mundo tengan acceso a dietas saludables para alcanzar su máximo potencial.
Los últimos datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) muestran que el número de personas subalimentadas en el mundo ha aumentado en los últimos tres años a 821 millones. Al mismo tiempo, la obesidad está aumentando rápidamente, con 672 millones de adultos obesos en todo el mundo en 2017, y las dietas poco saludables se encuentran entre los principales factores de riesgo que contribuyen a las muertes prematuras.
Nuestra dependencia de la agricultura intensiva en recursos ha generado deforestación, escasez de agua, agotamiento del suelo y altos niveles de emisiones de gases de efecto invernadero, y en última instancia, ha sido ineficiente e ineficaz para erradicar la desnutrición.
En esta era de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, necesitamos un enfoque más holístico para el derecho a la alimentación, que incluya acciones para abordar las amenazas del cambio climático, la obesidad y la desnutrición.
Necesitamos transformar nuestros sistemas de producción para producir alimentos de manera que preserven el medio ambiente y la biodiversidad, al mismo tiempo que mejoramos la nutrición y los medios de vida de las personas. Los agricultores deben estar en el centro de esta transformación, incluidos los agricultores familiares, que producen gran parte de los alimentos del mundo, pero a menudo se encuentran entre los que padecen hambre y malnutrición. Reducir el desperdicio de alimentos también puede contribuir a hacer realidad el derecho a la alimentación. Los alimentos perdidos o desperdiciados, incluidas las pérdidas poscosecha, son un recurso desaprovechado y un fallo de nuestros sistemas alimentarios. La FAO también apoya la redacción de legislación nacional en todos los ministerios que, combinados, ayudaría a impulsar el derecho universal a la alimentación.
La legislación sobre impuestos al azúcar o la prevención de la publicidad de comida chatarra dirigida a los niños también forma parte de este nuevo enfoque sobre el derecho a la alimentación.
Debemos trabajar juntos no solo para garantizar que las generaciones actuales y futuras disfruten del derecho a una alimentación saludable y nutritiva, sino también para otorgarles la posibilidad de disfrutar de este derecho de manera sostenible.
El autor es director general de la FAO