Los desafíos de Washington

Los desafíos de Washington


La economía de Washington, D.C. se está preparando para el día en que los trabajadores más jóvenes rompan con ella.

La dilución de un auge poblacional impulsado por los mileniales en la capital de Estados Unidos que se desarrolló durante los años del gobierno de Obama, sumada a los esfuerzos de Trump por reducir el personal federal, son solo dos factores que han atrapado a la economía local en una dolorosa transición de un crecimiento desmesurado dependiente en gran parte de su empleador federal a un mercado más diversificado y autosuficiente.

La ciudad de 175 kilómetros cuadrados (68 millas cuadradas) podría estar a punto de sufrir más dolores de crecimiento, dado que el gobierno de Trump ha ordenado a los organismos contratar a partir del jueves pasado solo de acuerdo con los niveles propuestos en el “presupuesto exiguo” del presidente presentado el mes pasado.

Entretanto, las empresas, los economistas y las autoridades se enfrentan a desafíos más importantes para Washington.

LA POBLACIÓN Y EL AUGE DE LOS MILENIALES

De 1990 a 2000, Washington fue el único entre los 50 estados y Puerto Rico que experimentó un descenso de la población, que fue de 5.7%.

En la década siguiente, Michigan obtuvo ese título dudoso, mientras que Washington ganó terreno con un aumento del 5.2%.

En los más de cinco años transcurridos desde entonces, la ciudad gozó de un auge de 12.6%, mientras que el país tuvo un crecimiento poblacional de alrededor de 4.5%.

Las perspectivas dependen de los mileniales, que acudieron en gran número a la ciudad en busca de puestos de trabajo después de la última crisis financiera.

Si bien la ciudad sigue siendo atractiva por sus perspectivas de trabajo e ingresos en relación con otros puntos urbanos activos, el alto costo de las guarderías infantiles podría fomentar la salida de los residentes más jóvenes, de acuerdo con un informe de marzo sobre los mileniales de Washington elaborado por la American University y encargado por Kaiser Permanente.

Para Neil Albert, presidente y director ejecutivo del DowntownDC Business Improvement District, a la ciudad todavía le va bastante bien en ese aspecto.

“Tenemos sólidas hipótesis de crecimiento de la población, y la población sigue creciendo a un ritmo bastante saludable” de aproximadamente 800-900 residentes mensuales, agregó.

FALTA DE VIVIENDA Y SUS PRECIOS

Por debajo de las exuberantes oportunidades para los jóvenes y otros trabajadores de ingresos medios y altos, en la ciudad hay un ejército todavía abundante de personas sin hogar, lo que contribuye a explicar por qué la ciudad sigue afectada por una desigualdad muy extendida.

Washington se clasificó como la peor en materia de falta de vivienda entre 32 ciudades cuyos alcaldes son miembros de la Conferencia de la Fuerza de Tareas de Alcaldes por el Hambre y la Falta de Vivienda, según el informe de diciembre del grupo.

Para que las personas sin vivienda accedan a un nivel de ingresos que les permita pagar su propia vivienda, tendrá que aumentar el inventario de viviendas para gente de bajos ingresos.

“El gran problema que se pasa por alto es que la gente no tiene lugar donde vivir, no hay oportunidades de bajo costo para que la gente pueda vivir cuando está tratando de salir de la situación de falta de vivienda”, dijo David Whitehead, organizador del programa de vivienda de Greater Greater Washington, un grupo de defensa de derechos y blog comunitario.

Rob Wohl, organizador de inquilinos del Centro Latino de Desarrollo Económico, dijo que la ciudad está destinando un gasto “sin precedentes” al desarrollo de viviendas económicas, pero que “todavía pierde más viviendas de bajo costo de las que construimos”.

Un índice de precios de las viviendas en Washington aumentó casi un 30%, a 217.12 desde el período posterior a la recesión en abril de 2009, superando el aumento de 26% del plano nacional, según datos de S&P CoreLogic Case-Shiller.

Los alquileres también son en extremo caros, ya que el costo mensual medio de un apartamento de dos dormitorios era de $3 mil 50, el cuarto más caro de las 100 ciudades más grandes del país, muestran los datos de Apartment List.

“A mí me preocuparía que no invertir lo suficiente en vivienda asequible afectara la capacidad de tener una economía variada y atraer al tipo de jóvenes que podrían quedarse a vivir a largo plazo”, dijo Ed Lazere, director ejecutivo del Instituto de Política Fiscal de D.C.

PORCENTAJE FEDERAL DE EMPLEOS

Desde hace décadas, el motor económico de la ciudad depende de lo que Yesim Taylor llama “Fortune One”, o el Gobierno, en lugar de cualquier empresa del Fortune 500.

Taylor, fundadora y directora del Centro de Políticas de D.C. y exdirectora de análisis fiscal y legislativo del gobierno de la ciudad, lamenta que la región no esté lo suficientemente diversificada y no haya logrado atraer empresas de alto valor que se instalen junto al gobierno federal.

Si bien la cuota de empleos del Gobierno en la región ha disminuido, sigue siendo bastante alta, de acuerdo con Jeannette Chapman, subdirectora del Instituto Fuller de la Universidad George Mason.

En los dos años siguientes al “secuestro de gastos”, que terminó en marzo de 2016, los empleos del Gobierno aumentaron solo un 1.8%, mientras que todos los empleos en el área metropolitana de Washington crecieron un 3.5%, según el instituto, que estudia la economía de la ciudad.

Chapman dijo que también le preocupa que la mayoría de los empleos recién creados hayan sido trabajos poco calificados, de atención a los residentes, como el comercio minorista, que simplemente responden al crecimiento de la población y no construyen una economía para el largo plazo.

Los empleos en la industria avanzada solo crecieron 1.9% durante ese lapso de dos años.

Aun cuando la industria tecnológica de la región ha sido “muy, muy, muy buena en lo relativo a ofrecer innovación en el modelo de servicios”, el sector aún no se ha adaptado como debería a un enfoque más orientado a los productos, dijo Jonathan Aberman, profesor de emprendimiento de la Escuela de Negocios Smith de la Universidad de Maryland.

“Lo que tenemos es una imagen muy clara de una comunidad de innovación que está configurada de modo totalmente equivocado para lidiar con el inminente tsunami de cambios en el gasto público en tecnología”, dijo Aberman.

¿EXCESO DE OFERTA DE RESTAURANTES?

Una parte de ese cambio en la combinación de empleos de Washington ha sido el crecimiento del sector gastronómico.

“Hemos desarrollado todo un sector gastronómico que realmente ha explotado en los últimos años”, dijo Tony Tomelden, dueño del restaurante The Pug en H Street NE.

“Esta ciudad tiene cada vez menos que ver con el Gobierno”. Mientras que Tomelden es cautelosamente optimista con respecto a que ese crecimiento del sector pueda continuar, otros no están tan seguros.

En U Street NW, Kamal Ali, que colabora en la gestión de Ben’s Chili Bowl y es hijo del extinto fundador Ben Ali, se prepara para que algunas empresas del barrio pierdan conforme se detenga el explosivo crecimiento que lo rodea.

“En este momento hay quizá demasiados restaurantes, en particular, y podría haber otros comercios minoristas”, dijo Ali.

“Veo que algunos fracasarán debido a la falta de apoyo viable. A muchos les irá muy bien, pero habrá algunos que se quedarán en el camino”.

SUPERÁVIT EN LAS ARCAS DE LA CIUDAD

Con un superávit de cerca de mil 900 millones de dólares, la ciudad difícilmente esté raspando el fondo de la alcancía.

El gasto se ve restringido en parte por la estructura de gobierno de la ciudad, “los impuestos sin representación” también significan que el Congreso en la práctica tiene poder de veto sobre las decisiones del Consejo Municipal.

Al mismo tiempo, la posibilidad de aumentar o bajar los impuestos y la regulación —y si esas medidas podrían amenazar o impulsar los negocios— sigue siendo tema de un debate acalorado.

Ali señaló que la ciudad estaba llevando a cabo planes ambiciosos para modificar las licencias con goce de sueldo, los subsidios para transporte y las políticas de programación predictiva, aunque no siempre tenía en cuenta en qué aspectos la implementación puede ser contraproducente tanto para los trabajadores como para las empresas, como la programación que obliga a ambas partes a cumplir determinado horario, dejando poco margen para la flexibilidad de último momento.

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